El sobrevuelo de dos F/A-18 Super Hornet sobre el Golfo de Venezuela, trazando órbitas sobre aguas frente a Zulia y la península de Paraguaná, es hasta ahora la señal operativa más cercana al territorio venezolano dentro del actual ciclo de presión militar estadounidense en el Caribe. Según los registros de plataformas de seguimiento como Flightradar24, las aeronaves ingresaron al golfo y permanecieron varios minutos ejecutando maniobras circulares en las proximidades del Lago de Maracaibo y de la base naval Rafael Urdaneta, el principal nodo naval del país en el occidente.

La incursión culminó sin incidentes, pero marca un salto cualitativo: de vuelos de largo alcance sobre espacios adyacentes (Curazao, frente a Falcón) a una presencia visible y deliberada sobre un punto que Caracas considera extremadamente sensible para su defensa. El despliegue de los F/A-18 no es aislado, sino parte de un paquete aéreo y naval que incluye al portaaviones USS Gerald R. Ford, bombarderos estratégicos B-52H y aviones de patrulla marítima P-8A Poseidon.
Una tensión latente
En las últimas semanas, el Comando Sur confirmaba la presencia de al menos seis P-8A dedicados a vigilancia marítima y rastreo de embarcaciones sospechadas de narcotráfico. Todo enmarcado en la Operación Lanza del Sur, la campaña de interdicción regional con la que Washington dice apuntar a “redes criminales que operan en el hemisferio”, pero que Caracas denuncia como cobertura para una operación de cambio de régimen.

En términos doctrinarios, el mensaje dialoga de forma directa con la “paz a través de la fuerza” que la Estrategia de Seguridad Nacional elevó a principio rector: el uso de medios de alta gama –portaaviones de última generación, cazabombarderos embarcados, bombarderos de alcance global y plataformas ISR avanzadas– en las inmediaciones del espacio aéreo venezolano pretende disuadir a Maduro y a su entorno. Al mismo tiempo, la Casa Blanca sigue reivindicando una predisposición al no intervencionismo, insistiendo en que no busca “invadir” Venezuela sino “detener el tráfico de drogas” y presionar a una élite vinculada al Cartel de los Soles.
Pero el sobrevuelo de los F/A-18 sobre el Golfo borra parte de esa línea, y para Caracas, que ya denunció la declaración de cierre del espacio aéreo como una “amenaza colonialista”, este patrón encaja en un relato de violación de la soberanía nacional que se amplifica internacionalmente.
Te puede interesar: Cómo la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Trump redefine la crisis entre Estados Unidos y Venezuela












