Taiwán, Nueva Zelanda y ahora Corea del Sur se encuentran frente al mismo problema con distinto mapa: la expansión controlada, pero cada vez más agresiva, de las operaciones aéreas y navales de China. Estas, muchas veces en tándem con Rusia, se llevan a cabo en los espacios grises del Indo Pacífico.

Lo que hasta hace pocos años se leía como incidentes aislados hoy se parece mucho más a una campaña sostenida de presión militar, diseñada para probar límites sin cruzar abiertamente el umbral de la guerra. En el estrecho de Taiwán, el patrón ya es familiar, y sólo en lo que va del mes ya contabiliza 84 incursiones aéreas y 54 navales. Nueva Zelanda también se vio arrastrada a este tablero, luego de que el buque logístico HMNZS Aotearoa fuera “sombrado” por siete buques de la Armada del EPL mientras cumplía tareas de vigilancia y disuasión en apoyo a las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Corea del Norte en los mares de China Oriental y Amarillo.
El cuadro se completa en el flanco norte del Indo-Pacífico, con la península coreana como nuevo punto caliente. Este martes, Corea del Sur informó que debió despegar cazas en respuesta a siete aviones rusos y dos chinos que ingresaron sin aviso en la Korea Air Defence Identification Zone (KADIZ), un anillo de alerta temprana que se extiende más allá del espacio aéreo soberano surcoreano. Según el Estado Mayor Conjunto, las aeronaves –parte de un ejercicio conjunto entre Moscú y Beijing– entraron y salieron de la KADIZ de manera intermitente durante aproximadamente una hora antes de retirarse, lo que obligó a Seúl a activar un paquete de respuesta “en caso de contingencias”, aunque sin violación directa de su espacio aéreo.

Desde 2019, patrullas aéreas coordinadas chino-rusas han cruzado en varias ocasiones las ADIZ de Corea del Sur y Japón, involucrando bombarderos estratégicos H-6 y Tu-95 y cazas Su-35. Estas misiones son presentadas por Moscú y Beijing como entrenamientos rutinarios de largo alcance, aunque leídos junto a las incursiones diarias sobre Taiwán y al seguimiento del HMNZS Aotearoa en el estrecho de Taiwán, confirman un patrón de que China, a veces acompañada por Rusia, utiliza ADIZ, zonas económicas exclusivas y estrechos internacionales como espacios grises donde puede tensar la cuerda sin cruzar formalmente la línea de la agresión armada.
Un mismo patrón, tres respuestas similares
Aunque el mapa cambia –estrecho de Taiwán, mares de China Oriental y Amarillo, KADIZ frente a la península coreana–, las respuestas de Taiwán, Nueva Zelanda y Corea del Sur comparten la misma lógica operativa y política. En los tres casos, los episodios se gestionan con una combinación de detección temprana, despliegue de cazas y unidades navales y construcción de una narrativa pública de “intrusiones” y “seguimientos” de buques y aeronaves chinos (o chino-rusas).
El problema, para todos ellos, es que la lógica de la zona gris funciona precisamente a base de acumulación y ambigüedad. Cada vuelo que cruza la línea media del estrecho de Taiwán, cada patrulla de destructores que “sombrea” a un buque aliado o cada formación de bombarderos ruso-chinos que penetra en la KADIZ sin violar el espacio aéreo soberano añade una capa más de fricción a un entorno donde la densidad militar es cada vez mayor y las reglas de encuentro seguro se ponen a prueba a diario.
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