Donald Trump llamó a las personas de Somalia “basura”, ofendiendo a una colectividad importante en Estados Unidos, sobre todo en el estado de Minnesota. El comentario, que llega mientras se realizan deportaciones masivas de extranjeros con distinto estatus legal, no despertó críticas de sus funcionarios u otros miembros del partido republicano, lo que marca la profundización de la retórica antiinmigrante del presidente y su espacio político.

La expansión de este discurso en distintas capas de liderazgo dentro del Grand Old Party fue expuesta en octubre, cuando se filtraron mensajes de un grupo de los Young Republicans, organización de jóvenes referentes del partido, donde exponían visiones racistas, antisemitas y violentas. En estos intercambios, se ridiculizaba y humillaba a distintos colectivos, entre los que estaban las personas de color, quienes fueron calificadas como “monos”, ente otros epítetos.
Ante la filtración de aquellos mensajes, el vicepresidente JD Vance salió a minimizar el episodio calificándolo como “cosas que los chicos dicen en un grupo de chat”, aunque varios de los involucrados pasan los 30 años. Más de un mes después, cuando Trump sostuvo que los somalíes son “basura”, Vance celebró golpeando la mesa.

Por su parte, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, calificó los comentarios de Trump como “fantásticos”, y un “momento épico” de la reunión de gabinete. Para la portavoz Abigail Jackson, el presidente tenía razón en señalar los problemas causados por “inmigrantes somalíes radicales”: “Mientras los medios fingen indignación, los estadounidenses que sufrieron en manos de estos grupos van a celebrar los comentarios del presidente y su fuerte apoyo por los ciudadanos estadounidenses”.
Trump llama a los inmigrantes somalíes “basura” y dice que lo mismo “aplica a otros países”
Las declaraciones de Trump sobre Somalia no dejan lugar a dudas del lugar que el presidente le asigna al país africano, que ha lidiado con guerras civiles e intervención militar estadounidense desde el derrocamiento del dictador Mohamed Siad Barre en 1991: “Es apenas un país, no tienen nada, corren gritándose unos a otros, no tienen infraestructura”.
El mandatario apuntó entonces contra la comunidad de origen somalí de Minnesota, un grupo de aproximadamente 80.000 personas – cerca de la mitad de ellas nacidas en Estados Unidos– al que dos semanas atrás amenazó con quitarle la protección legal: “Lo que pasa en Minnesota, la tierra de los diez mil lagos, no sé cuántos tienen, pero son muchos, y veo a esta gente robándolo, escucho que los somalíes le robaron a ese estado miles de millones de dólares cada año, y no hacen nada, no contribuyen en nada”. “No los quiero en nuestro país”, remarcó, “su país no es bueno por una razón, su país apesta y no los quiero en nuestro país”.
El presidente ya había apuntado contra esta comunidad en un mensaje por el Día de Acción de Gracias, donde dijo que en Minnesota “las pandillas somalíes rondan por ‘presas’ mientras nuestra hermosa gente está encerrada en sus hogares”. Entonces había aprovechado para atacar al gobernador demócrata del estado, el excandidato a vicepresidente de Kamala Harris Tim Walz, llamándolo “super retardado” por supuestamente permitir esto, a la vez que atacó a la congresista demócrata de origen somalí Ilhan Omar, a quien en su último mensaje contra la comunidad volvió a llamar “basura”.
Sin embargo, señaló que lo mismo que decía de los somalíes podía aplicarse a “otros países también”. De hecho, su administración prohibió a fines de noviembre el ingreso de personas provenientes de 19 países llamados “del tercer mundo”, entre los que están Somalia y otras naciones africanas como Guinea Ecuatorial, República del Congo, Eritrea y Chad. “Nuestro país está en un momento de definiciones”, aseguró Trump, “y nos va a ir mal si seguimos dejando entrar basura”.
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