Taiwán avanza un paso más en su concepto de “defensa de toda la sociedad” al abrir la puerta –aunque todavía de forma exploratoria– a la participación directa de empresas privadas en tareas de vigilancia marítima e inteligencia frente a la presión militar de China. El caso más emblemático es el de Apex Aviation, una pequeña aerolínea taiwanesa que reconvirtió un avión ligero en plataforma de reconocimiento para rastrear buques chinos alrededor de la isla.

Apex Aviation, conocida hasta ahora por sus vuelos chárter y entrenamiento de pilotos, invirtió más de 400 millones de dólares taiwaneses (unos 13 millones de dólares) para transformar un Tecnam P2012 Traveller de 11 plazas en un avión de vigilancia equipado con un radar de apertura sintética (SAR) de fabricación estadounidense instalado bajo el fuselaje. Ese radar permite seguir la pista de buques y embarcaciones en todo tipo de condiciones meteorológicas. La empresa ya realiza vuelos sobre la costa oriental de Taiwán, donde sus sensores registran el movimiento de la Armada china, con el objetivo de ofrecer esos datos a las Fuerzas Armadas y a la guardia costera taiwanesas.
Resiliencia de toda la sociedad
El proyecto de Apex se inscribe en la iniciativa gubernamental de “resiliencia de toda la sociedad”, con la que Taipéi busca involucrar a empresas, centros de investigación y organizaciones civiles en funciones clave de seguridad: respaldo de comunicaciones y logística, ciberdefensa, y potencialmente vigilancia y recolección de inteligencia. Para Taiwán este formato es relativamente nuevo, pero la presión diaria de la aviación y la flota china –incursiones aéreas, patrullas navales y maniobras en torno al Estrecho– está llevando a las Fuerzas Armadas taiwanesas al límite en términos de horas de vuelo, desgaste de medios y personal, lo que abre espacio a soluciones de menor costo desde el sector privado.

En paralelo, el gobierno taiwanés se ha fijado como meta elevar el gasto en defensa hasta el 5% del PBI hacia 2030 y ya anunció un presupuesto suplementario de 40.000 millones de dólares que incluye nuevas compras de armamento a Estados Unidos. Ese refuerzo apuntala programas “duros”, pero también la construcción de una arquitectura de defensa más distribuida y resiliente, donde actores civiles tengan un rol en tareas de apoyo.
En ese contexto, Apex propone operar directamente las misiones de patrulla con su propia flota, alimentando con información en tiempo (casi) real a la Fuerza Aérea, la Marina y la guardia costera. La empresa, sin embargo, se mantiene abierta a transferir equipos y capacidades al Estado si Taipéi así lo requiriera. El Ministerio de Defensa taiwanés, consultado por Reuters, señaló que las fuerzas armadas “son capaces de monitorear eficazmente” las actividades militares chinas y que por ahora no existen planes concretos de cooperación con Apex, aunque dejó abierta la puerta a discutir esquemas de “colaboración público-privada” para fortalecer la defensa.
Patrullas a bajo costo, pero con dilemas legales y riesgos de seguridad
Por su parte, la guardia costera indicó que su prioridad inmediata es reforzar su propia capacidad de reconocimiento mediante drones, para luego ir ampliando el esfuerzo con aeronaves tripuladas. Es una señal de que, en el corto plazo, el vector principal de innovación seguirá siendo no tripulado, mientras los proyectos de aviación civil con fines de vigilancia avanzan en paralelo.
El atractivo de la propuesta de Apex es evidente, ya que operar un avión ligero en misión de reconocimiento puede costar hasta una décima parte de lo que implica poner en vuelo una aeronave militar especializada. Esa diferencia resulta clave para sostener patrullas frecuentes en un escenario de zonas grises, donde China utiliza maniobras e incursiones regulares para desgastar a las fuerzas taiwanesas sin llegar a un conflicto abierto.
Sin embargo, expertos de defensa en Taipéi advierten sobre un vacío normativo. El uso de aeronaves civiles para tareas de patrullaje vinculadas al ejercicio de autoridad estatal abre un debate legal de si el Estado puede delegar en privados funciones tan sensibles como la vigilancia táctica en un entorno de fricción militar. Pero Apex no es el único ejemplo de esta “militarización inteligente” del sector civil en Taiwán. La empresa Thunder Tiger, tradicionalmente dedicada a modelos de autos, aviones y barcos a control remoto, desarrolló el dron naval SeaShark 800, capaz de transportar hasta 1.200 kilos de explosivos y con un alcance de 500 kilómetros. Este tipo de plataformas protagonizó una reciente “muestra de capacidades” organizada para que las Fuerzas Armadas evaluaran soluciones ofrecidas por el sector privado.
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