El reciente aumento de la violencia entre Israel, Gaza y el sur del Líbano, junto con un alto el fuego marcado por constantes vulneraciones, ha vuelto a tensionar el equilibrio geopolítico de Medio Oriente. Los ataques selectivos, bombardeos aéreos y represalias transfronterizas han reavivado temores de escaladas regionales, afectando tanto a los actores locales como a las potencias internacionales involucradas.

El rol de Estados Unidos, Irán y del grupo chií Hezbolá resulta clave para comprender los límites de la contención regional, la capacidad de disuasión de cada actor y los riesgos de que incidentes puntuales se conviertan en crisis más amplias. Este entramado estratégico convierte a Gaza y al sur del Líbano en puntos sensibles donde se cruzan intereses militares, diplomáticos y humanitarios, y donde la estabilidad de la región depende tanto del cumplimiento de los ceses al fuego como de la acción de mediadores internacionales.
Un alto el fuego frágil entre dos frentes en medio de EE.UU. e Irán
En noviembre de 2024 se pactó un cese de hostilidades entre Israel y Hezbolá; sin embargo, los recientes ataques selectivos, bombardeos esporádicos y represalias cruzadas demostraron la fragilidad de estos entendimientos. Un ejemplo reciente: un ataque aéreo israelí contra el campamento de refugiados palestinos Ain al‑Hilweh, cerca de Sidón, dejó al menos 13 muertos, entre ellos 11 niños, y varios heridos, lo que la oficina de derechos humanos de la ONU calificó como posible violación del derecho internacional humanitario. Desde el alto al fuego hasta noviembre de 2025, al menos 127 civiles han sido muertos en Líbano por ataques israelíes, según datos oficiales de la ONU.

La tregua entre Israel y Hezbolá fue auspiciada, en parte, por poderes internacionales cuyo rol es ahora clave para mantener la estabilidad regional. Sin embargo, los continuos bombardeos y violaciones al alto al fuego ponen en entredicho la capacidad de EE. UU. y aliados para garantizar su cumplimiento. Washington ha intentado sostener canales de mediación indirecta, especialmente para preservar los ceses al fuego en Gaza y en la frontera entre Israel y el Líbano. Analistas señalan que el margen de maniobra estadounidense es complejo: mientras refuerza la disuasión frente a Irán y sus aliados, enfrenta crecientes críticas internacionales por el impacto humanitario del conflicto.
Al mismo tiempo, Irán sigue siendo percibido como patrocinador estratégico de Hezbolá, manteniendo así influencia indirecta en el sur del Líbano. Diversos analistas advierten que ese eje, entre Irán y Hezbolá, sigue siendo central para el balance de poder regional, lo que convierte cada incidente israelí en un punto de tensión con implicancias internacionales. Este “conflicto indirecto” ha convertido a Gaza y al sur del Líbano en escenarios donde se expresa la rivalidad entre Estados Unidos e Irán. Cada intercambio de ataques, cada represalia y cada ruptura del alto el fuego no solo tiene efectos locales, sino que envía señales estratégicas a ambos polos de poder.
Hezbolá: entre la disuasión y el riesgo de una guerra abierta
Hezbolá continúa siendo uno de los actores no estatales con mayor capacidad militar de la región y un factor decisivo en la tensión entre Israel y el Líbano. Tras el alto el fuego alcanzado a fines de 2024, el acuerdo contemplaba la reducción de su presencia armada en el sur libanés, especialmente en la franja al norte del río Litani. Sin embargo, Israel sostiene que la organización mantiene infraestructura militar activa en la zona, mientras que Hezbolá acusa a Israel de violar permanentemente la tregua mediante bombardeos selectivos. Esta situación ha debilitado la confianza en el acuerdo y ha sostenido un clima de confrontación latente.
En el plano regional, Hezbolá cumple también un rol estratégico como principal aliado militar de Irán en el Levante. Su capacidad de acción convierte al sur del Líbano en un frente clave dentro de la rivalidad indirecta entre Teherán, Israel y Estados Unidos. Al mismo tiempo, su protagonismo militar genera fuertes tensiones internas en el Líbano, donde amplios sectores temen que el país sea arrastrado nuevamente a una guerra de gran escala en medio de una profunda crisis económica y política.
Advertencias humanitarias y escenario a futuro
Desde la ONU se ha exigido una “investigación pronta e imparcial” de los bombardeos, subrayando que atacar campamentos de refugiados, zonas civiles, escuelas o infraestructuras esenciales puede constituir violaciones al derecho internacional humanitario. Además, la destrucción de viviendas, hospitales y centros comunitarios dificulta el retorno de desplazados: decenas de miles permanecen fuera de sus hogares, lo que complica la estabilidad social y política en el sur libanés.
El contexto de conflictos refuerza la búsqueda de una solución diplomática, pero también evidencia la complejidad del equilibrio entre poder, violencia y derechos humanos en Medio Oriente.
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