El reciente despliegue militar del portaaviones USS Gerald R. Ford y otros buques de guerra de Estados Unidos en el Caribe intensifica la campaña del presidente Trump bajo la bandera de la lucha contra el narcotráfico, al tiempo que presiona al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Sin embargo, para muchos expertos y gobiernos de la región, lo que se profundiza es una ofensiva estratégica con ramificaciones geopolíticas que reviven una versión moderna de la Guerra Fría, esta vez con foco en la influencia de China y Rusia en América Latina.

En este sentido, el operativo, denominado como Operación Lanza del Sur, fue formalmente anunciado en noviembre de 2025 por el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth. La flota desplegada incluye portaviones, aviones de combate, drones, sistemas de vigilancia avanzados, y cientos de soldados. Según datos oficiales, desde septiembre se realizaron más de veinte ataques contra embarcaciones consideradas “narcosospechosas”, resultando en al menos 83 muertos.
La administración de Trump sostiene que la operación busca desmantelar redes de narcotráfico, calificadas como “narcoterroristas”, y proteger la seguridad interna de Estados Unidos. “No podemos permitir que nuestras amenazas más peligrosas operen libremente en nuestro hemisferio”, declaró un alto funcionario de defensa estadounidense, citado desde Al Jazeera.
Sin embargo, la escala del despliegue y la repetición de operaciones letales generó un fuerte escepticismo en Caracas y en buena parte de América Latina. Analistas internacionales señalan que la estrategia parece orientada hacia un objetivo más ambicioso, el de presionar a Nicolás Maduro y debilitar su respaldo internacional. En declaraciones recientes, Maduro acusó a Trump de buscar un “cambio de régimen” en Venezuela.
Más allá de Venezuela, ¿Trump busca frenar el avance de China?
El trasfondo geopolítico resulta clave para entender esta ofensiva. Durante décadas, el avance de China -y en menor medida Rusia- en la región a través de inversiones, comercio y cooperación energética fue percibido en la administración de Trump como una amenaza a su tradicional hegemonía hemisférica. Bajo esta lógica, el despliegue militar no solo apunta al narcotráfico, sino también a “reafirmar la supremacía estadounidense en su ‘patio trasero’”.

Esta combinación de guerra antinarcóticos y presión geopolítica representa una nueva suerte de “Guerra Fría” en América Latina, una competencia estratégica entre potencias, donde Venezuela juega un rol central por sus recursos naturales, su posición geográfica y su alianza con Beijing y Moscú. Si bien no hay aún una invasión terrestre, la acumulación naval, los bombardeos navales, la guerra narrativa y las sanciones conforman un entorno de alta tensión.
Las consecuencias posibles van más allá de Venezuela. Una intervención militar abierta podría desatar una crisis humanitaria, provocar nuevos flujos migratorios masivos hacia los países vecinos, y reconfigurar alianzas regionales. Incluso si la administración Trump logra su objetivo, la experiencia histórica advierte que la estabilización de un país tras un cambio abrupto de régimen suele ser caótica.
Te puede interesar: China se suma a Rusia y respalda a Venezuela frente a la creciente presión de Estados Unidos














