La geopolítica y la defensa volvieron a cruzarse esta semana en varios frentes: Estados Unidos reforzó su postura militar en el Caribe, China respondió en el plano diplomático y Ucrania dejó entrever una posible salida negociada a la guerra con Rusia. En paralelo, Europa avanzó en una estrategia de soberanía económica frente a Pekín, mientras el Atlántico Sur y el Cono Sur reacomodan sus propias piezas entre Malvinas, Brasil y la relación Mercosur–Unión Europea.

En el hemisferio occidental, el Caribe y el Atlántico Sur se consolidan como espacios de disputa estratégica. Contratos del Pentágono confirman una presencia militar prolongada de Estados Unidos en el Caribe hasta 2028, complementada por nuevas maniobras conjuntas con Trinidad y Tobago centradas en vigilancia marítima y lucha contra el narcotráfico. China reaccionó cuestionando el despliegue de un portaaviones estadounidense en la región y vinculando el mensaje con la presión sobre Venezuela, lo que introduce al gigante asiático como actor discursivo en un área históricamente asociada a la influencia de Washington. Más al sur, la escala del patrullero FPV Lilibet en Uruguay y la propuesta de utilizar las Islas Malvinas como campo de asilo para inmigrantes reavivan la tensión en torno a la soberanía del archipiélago y al rol de los puertos de la región como soporte de la proyección británica.
En Europa y su vecindad, la guerra en Ucrania y la competencia con China siguieron marcando la agenda. El análisis de un dron Shahed-101 derribado confirmó que cada componente clave es de origen iraní, reforzando la lectura de una guerra donde Moscú se apoya en capacidades tecnológicas externas. Al mismo tiempo, filtraciones indican que Ucrania habría aceptado un borrador de plan de paz elaborado por Estados Unidos, un movimiento que redefine el margen de negociación frente a Rusia y condiciona las discusiones sobre territorio, seguridad y sanciones. En paralelo, la Unión Europea anunció la creación de un centro de materias primas críticas para asegurar minerales estratégicos y reducir su dependencia de China, conectando la política industrial con la agenda de seguridad.
El Indo-Pacífico volvió a mostrarse como otro eje de tensión estructural. EE.UU. y Corea del Sur realizaron ejercicios navales orientados a “neutralizar” capacidades norcoreanas, mientras en Japón crece el debate sobre una eventual adquisición de submarinos nucleares surcoreanos como refuerzo del equilibrio regional frente a China. En esa misma lógica de preparación, Taiwán decidió distribuir un manual de defensa civil a todos los hogares ante la creciente presión militar de Pekín, reforzando la dimensión societal de la disuasión. En América del Sur, la confirmación de la firma del acuerdo Mercosur–UE y el inicio del cumplimiento efectivo de la condena a Jair Bolsonaro por el intento de golpe de Estado añaden, respectivamente, un vector económico de largo plazo y una señal institucional en materia de gobernanza democrática.
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