El Reino Unido atraviesa una fase clave de transformación militar con tres desarrollos recientes: la entrada en servicio del vehículo blindado Ajax, la compra de 20 drones navales no tripulados y el despliegue de 24 cazas F-35B en el portaaviones HMS Prince of Wales que, en conjunto, marcan un salto tecnológico clave de sus Fuerzas Armadas. Las medidas se inscriben en la nueva doctrina de “war-fighting readiness” anunciada por Downing Street, que elevará el gasto en defensa del 2,3 % al 2,5 % del PIB para 2027, y buscan consolidar la posición del Reino Unido dentro de la OTAN frente al avance de China y Rusia en armamento convencional y autónomo.

El Reino Unido busca sostener su influencia estratégica dentro de la OTAN, equilibrando innovación tecnológica con producción nacional y exportaciones. Estos tres hitos resumen, en cierto punto, la estrategia de Londres. Por un lado, reforzar la autosuficiencia industrial en defensa terrestre. Por el otro, integrar inteligencia artificial y autonomía en la fuerza naval. En último lugar, consolidar la disuasión aérea aliada con proyección global.
El Ajax: de fracaso industrial a símbolo de recuperación
Tras años de retrasos y críticas por fallas estructurales, el Ministerio de Defensa británico confirmó que los primeros vehículos de reconocimiento Ajax, fabricados por General Dynamics en Gales, están listos para operaciones del Ejército. El programa de £6.300 millones, detenido en 2021 por problemas de vibración y ruido, fue reactivado tras un rediseño integral. El ministro de Defensa Luke Pollard declaró que el vehículo “es ahora seguro, capaz y letal contra nuestros adversarios en el campo de batalla”, y aseguró que varios países de la OTAN “han mostrado interés en adquirirlo”.

El Ajax —que agrupa seis variantes blindadas— alcanzará 589 unidades para 2029, empleando a más de 700 trabajadores en la planta de Merthyr Tydfil y a otros 4.000 en la cadena de suministro británica. La apuesta por exportarlo refleja la intención del Reino Unido de revivir su industria de defensa terrestre, severamente afectada por años de recortes presupuestarios.
Project Beehive, los nuevos drones navales británicos
Mientras tanto, la Royal Navy avanza con el Proyecto Beehive, que prevé la adquisición de 20 buques de superficie no tripulados (USV) por un valor estimado de £10 millones. El programa —concebido como una flota híbrida entre sistemas tripulados y autónomos— busca “mantener la relevancia operativa frente a amenazas pares”, según el Ministerio de Defensa.

Estos drones serán empleados por la Surface Flotilla (SURFLOT) en misiones de entrenamiento, desarrollo táctico y pruebas de guerra electrónica. El proyecto sigue un esquema de “desarrollo espiral”, lo que permitirá incorporar mejoras de software y sensores en cada iteración. El Beehive toma impulso tras las exitosas pruebas frente a la costa de Escocia, donde cinco embarcaciones no tripuladas Rattler rodearon al patrullero HMS Tyne, coordinadas de forma remota desde Portsmouth, a más de 800 km de distancia.
F-35 en el Mediterráneo, potencia aérea y disuasión aliada
En paralelo, la Royal Navy anunció el mayor despliegue aéreo británico en un portaaviones desde la Segunda Guerra Mundial: 24 cazas F-35B Lightning II embarcados en el HMS Prince of Wales, que opera en el Mediterráneo durante el ejercicio multinacional Falcon Strike, liderado por Italia. Los aviones pertenecen a los escuadrones 809 Naval Air Squadron y 617 Squadron, reforzados temporalmente por instructores de la RAF Marham.

El ejercicio reúne a fuerzas del Reino Unido, Estados Unidos, Italia y Grecia en misiones combinadas de ataque y defensa aérea, consolidando la plena capacidad operativa del sistema Carrier Strike Group británico. Después de cinco meses de operaciones en el Indo-Pacífico, el Prince of Wales regresó a Europa junto a las fragatas HMS Dauntless, HMS Richmond, el buque logístico RFA Tideforce y unidades de la OTAN, en una muestra tangible del compromiso británico con la defensa colectiva del Atlántico.
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