Desde comienzos de septiembre, Estados Unidos ha lanzado una ofensiva militar sin precedentes contra embarcaciones venezolanas sospechadas de narcotráfico, en el marco de una campaña que la administración de Donald Trump presenta como una “guerra contra el narcoterrorismo”. Según el Pentágono, al menos 14 ataques letales fueron ejecutados en aguas del Caribe y el Pacífico, dejando más de 60 muertos. Sin embargo, la falta de pruebas públicas sobre los supuestos vínculos de las víctimas con el narcotráfico desató una fuerte controversia internacional y tensiones con gobiernos de la región.

Venezuela es el epicentro de una campaña unilateral. La ofensiva comenzó el 2 de septiembre, cuando un misil estadounidense destruyó una embarcación que había zarpado desde las costas de Venezuela, causando once muertes. Trump aseguró entonces que el objetivo pertenecía al Tren de Aragua, grupo criminal venezolano que su gobierno designó como organización terrorista. Caracas denunció el ataque como un “crimen de guerra” y acusó a Washington de violar su soberanía marítima. Desde entonces, la mayoría de los operativos se concentraron en zonas bajo influencia venezolana, consolidando al país caribeño como el epicentro operativo de esta nueva doctrina militar estadounidense.
El presidente Nicolás Maduro, quien enfrenta acusaciones de narcoterrorismo en tribunales federales estadounidenses desde su primer mandato, denunció que los ataques buscan “fabricar una guerra permanente” y forzar un cambio de régimen. En respuesta, advirtió que Venezuela responderá “con una república en armas” ante cualquier incursión directa.
Escalada de ataques y falta de transparencia
Tras el primer operativo, la campaña se intensificó con sucesivos bombardeos sobre embarcaciones que, según Trump, transportaban “grandes cantidades de narcóticos”. Sin embargo, ni el Departamento de Defensa ni la CIA, autorizada a realizar operaciones encubiertas dentro del territorio venezolano, han presentado evidencia verificable. Incluso legisladores republicanos reclamaron al presidente información sobre la base legal de estas acciones y la fiabilidad de la inteligencia utilizada.

El 15 de septiembre, un ataque destruyó otra embarcación venezolana y mató a tres personas, entre ellas un ciudadano colombiano identificado como pescador por su familia. El gobierno de Gustavo Petro calificó el hecho como “asesinato extrajudicial” y pidió a la justicia internacional abrir una causa. A medida que avanzaban los ataques, Trump firmó un memorando declarando que Estados Unidos se encuentra en “conflicto armado no internacional” contra los cárteles, lo que permite tratar a los sospechosos como “combatientes ilegales”, fuera del sistema judicial civil.
El Comando Sur de Estados Unidos (USSOUTHCOM), con base en Miami, lidera las operaciones que se desarrollan en el Caribe y frente a las costas venezolanas, áreas estratégicas para las rutas marítimas del narcotráfico hacia Norteamérica. Durante octubre, Washington amplió la ofensiva al océano Pacífico, extendiendo su alcance hasta México y Ecuador, e involucrando indirectamente a otros países de la región. El 27 de octubre se registró la jornada más violenta: cuatro embarcaciones fueron destruidas y catorce personas murieron.
Las operaciones incluyeron por primera vez ataques nocturnos y el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford, uno de los más grandes del mundo. Para Caracas, este movimiento constituye una amenaza directa de intervención militar y una escalada deliberada de la presión estratégica estadounidense en su zona económica exclusiva.
De la lucha antidrogas a la doctrina de guerra preventiva
La política impulsada por Trump marca un giro profundo respecto a las estrategias tradicionales de combate al narcotráfico, que hasta ahora privilegiaban la cooperación policial y la interdicción marítima. En cambio, la nueva doctrina estadounidense parece asimilar la guerra contra el narcotráfico a una campaña militar permanente, donde cualquier embarcación sospechosa puede ser blanco de un ataque. Para los analistas regionales, esta tendencia confirma la consolidación de un paradigma bélico de seguridad hemisférica, en el que Venezuela ocupa el rol de enemigo central y el Caribe vuelve a ser un espacio de disputa militar bajo la influencia directa de Washington.

Desde sus comienzos hasta hoy, los ataques fueron:
2 de septiembre: primer ataque en aguas frente a Venezuela; 11 muertos; Trump afirma que el blanco era del Tren de Aragua y Maduro denuncia un “crimen atroz”.
15 de septiembre: nuevo bombardeo a una embarcación venezolana; 3 muertos, incluido un pescador colombiano; Petro acusa a EE. UU. de “asesinato extrajudicial”.
19 de septiembre: tercer operativo en el Caribe; 3 fallecidos; Washington alega vínculos con una organización terrorista sin aportar pruebas.
3 de octubre: ataque frente a Venezuela con 4 muertos; el Pentágono sostiene que eran “narco-terroristas”; Trump notifica al Congreso que EE. UU. está en “conflicto armado no internacional”.
14 de octubre: bombardeo en la costa venezolana con 6 muertos; la CIA es autorizada a operar dentro de Venezuela; Maduro habla de una “guerra fabricada”.
16 de octubre: ataque a un semisumergible en el Caribe; 2 muertos y 2 sobrevivientes ecuatoriano y colombiano; ambos repatriados sin cargos.
17 de octubre: operación en el Caribe contra supuestos miembros del ELN; 3 muertos; Trump intensifica sus ataques verbales contra Petro.
21 de octubre: primera acción fuera del Caribe, en el Pacífico oriental; 2 muertos; Hegseth equipara la lucha antidrogas con la guerra contra Al Qaeda.
22 de octubre: nuevo ataque en el Pacífico; 3 muertos; videos muestran paquetes flotando tras la explosión; Hegseth promete continuar la campaña.
24 de octubre: ataque nocturno en el Caribe; 6 muertos; EE. UU. afirma haber golpeado otra lancha del Tren de Aragua; el portaaviones USS Gerald R. Ford se aproxima a Venezuela.
27 de octubre: triple bombardeo en el Pacífico contra cuatro embarcaciones; 14 muertos y un sobreviviente; México participa en tareas de rescate.
29 de octubre: ataque final en el Pacífico oriental; 4 muertos; el Pentágono dice que seguían una “ruta narco conocida”; Washington declara que el hemisferio “ya no es refugio para narco-terroristas”.
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