Despliegues rotativos de tropas y misiles antibuque de Estados Unidos en el norte de Filipinas, ejercicios casi continuos y coordinación con Manila apuntarían a un objetivo central: negar a China el paso por el Bashi Channel, el estrecho que conecta el mar de China Meridional con el Pacífico occidental y que sería decisivo ante una crisis por Taiwán. La provincia filipina de Batanes, a menos de 90 millas de Taiwán, pasó en dos años de ser un remanso rural a escenario de ejercicios combinados de alta cadencia.

Desde 2023, infantes de Marina de EE. UU. y tropas filipinas ensayaron desembarcos, aseguramiento de aeropuertos y puertos, y el despliegue rápido de lanzadores antibuque. El foco táctico es el Bashi Channel: si se bloquea ese corredor, se complica la salida de unidades navales y aéreas chinas al Pacífico para contrarrestar una eventual intervención de EE. UU. y Japón en apoyo de Taiwán o para sostener un bloqueo a la isla.
La lógica operacional: negar, dispersar, sobrevivir
En abril y mayo, EE. UU. aerolanzó a Batanes el sistema NMESIS (Naval/Marine Expeditionary Ship Interdiction System), que dispara el Naval Strike Missile (alcance >300 km). Desde esa geografía, una fuerza invasora que intente transitar el estrecho quedaría dentro de alcance. En paralelo, el Ejército estadounidense llevó a Luzón el Typhon, plataforma terrestre capaz de utilizar Tomahawk (≥1.600 km). Filipinas, por su parte, ya incorporó la batería BrahMos de origen indio (hasta 500 km), consolidando una malla de interdicción de superficie distribuida, móvil y difícil de neutralizar.

El concepto que EE. UU. y Manila ensayan recuerda a los manuales de anti-access/area denial (A2/AD): fuerzas terrestres dispersas a lo largo del primer anillo de islas, sensores y fuegos de precisión que desalientan o penalizan severamente el tránsito naval. La apuesta evita concentrar capacidades en bases fijas vulnerables a salvas de misiles balísticos y de crucero chinos. Para antiguos jefes navales filipinos, “negar el control del Bashi” podría ser el punto decisivo de un conflicto. La Marina china ha demostrado cuán crítico es el corredor: sus grupos de portaaviones Liaoning y Shandong lo han usado para proyectarse al Pacífico occidental en ejercicios recientes.
Diplomacia y “zona gris”: presión sostenida de Beijing y respuesta de Manila
Mientras Washington amplía entrenamientos y extiende estancias rotativas, China intensifica tácticas de “zona gris” contra la Guardia Costera y la Armada filipinas, buscando erosionar la voluntad de Manila sin cruzar el umbral de la guerra abierta. Filipinas denuncia incursiones dentro de su ZEE y sostiene que Beijing busca “redefinir el orden basado en reglas”. El presidente Ferdinand Marcos Jr. reconoce que la proximidad a Taiwán “arrastraría” al país a cualquier choque mayor, pero mantiene la cooperación militar con EE. UU. y ha habilitado nuevos sitios de acceso para fuerzas estadounidenses, mayormente en el norte de Luzón.

En Batanes, autoridades y población ajustan planes de contingencia: provisión de alimentos y combustible ante interrupciones de rutas marítimas y aéreas, y repatriación de parte de los ~200.000 trabajadores filipinos en Taiwán. La provincia podría operar como centro logístico y de evacuación; a la vez, teme quedar atrapada si un actor intenta capturar terreno clave para negar el estrecho.
Si el Miyako al norte es negado por Japón y el Bashi al sur por Filipinas/EE. UU., la ventana de maniobra china hacia el Pacífico se estrecha. En un escenario de invasión o bloqueo a Taiwán, esto complica el sostenimiento logístico, la defensa de portaaviones en aguas abiertas y la interdicción de fuerzas aliadas. El mensaje estratégico: el primer anillo de islas puede convertirse, llegado el caso, en una barrera de fuego.
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