El presidente Javier Milei puso en funciones este martes 28 de octubre al nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Pablo Quirno, durante una ceremonia en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Con este cambio, el Gobierno da inicio a una nueva etapa en la Cancillería argentina, marcada por un enfoque financiero, tecnocrático y estrechamente vinculado a la economía internacional, en reemplazo de la conducción política que ejercía Gerardo Werthein, quien renunció la semana pasada en medio de tensiones internas.
“La Cancillería ha hecho un trabajo importante para insertar a la Argentina en el plano internacional y atraer inversiones. Con el respaldo electoral, podremos profundizarlo”, afirmó Quirno tras jurar, señalando como prioridades “consolidar la relación con Estados Unidos y profundizar la inserción internacional con más comercio e inversiones”.
De las finanzas globales a la diplomacia económica
Hasta su nombramiento, Quirno se desempeñaba como secretario de Finanzas dentro del Ministerio de Economía, rol que —al menos por ahora— continuará ejerciendo en paralelo a la Cancillería.
Graduado en The Wharton School de la Universidad de Pensilvania, cuenta con una extensa trayectoria en el sistema financiero internacional: fue director para América Latina en J.P. Morgan en Nueva York y asesor de gobiernos y corporaciones en procesos de privatización y fusiones globales.

En el sector público, integró el Ministerio de Hacienda durante la gestión de Mauricio Macri, participó en negociaciones con el FMI y en la implementación de asociaciones público-privadas. En 2018 fue designado director del Banco Central, consolidando un perfil técnico y de articulación entre finanzas, economía y política exterior.
Con su llegada a la Cancillería, Milei apuesta por una “diplomacia económica de resultados”, centrada en atraer capitales, abrir mercados y garantizar estabilidad financiera, más que en la tradicional agenda política o multilateralista que caracterizó a etapas anteriores de la política exterior argentina.
Un giro pragmático en el tablero internacional
El cambio ocurre en un contexto de reconfiguración de la política exterior argentina, donde el Gobierno busca alinear su proyección internacional con la estrategia de Washington y sus aliados.
La reciente firma del swap financiero con el Tesoro de Estados Unidos, la cooperación militar con el Comando Sur, y la proximidad con Israel en materia de defensa y tecnología consolidan una nueva matriz de vínculos bilaterales.

Sin embargo, esta orientación también profundiza tensiones con los socios tradicionales de América Latina.
Argentina mantiene una relación distante con Brasil y México, los principales referentes del Mercosur, mientras que la interlocución regional se ha limitado a aspectos técnicos o comerciales.
En paralelo, Buenos Aires ha reducido su participación activa en foros como la CELAC y UNASUR, priorizando espacios como la OCDE, el FMI y los organismos financieros multilaterales.
El nombramiento de Quirno, de perfil netamente financiero, refuerza esa línea. La diplomacia argentina se reorienta hacia una lógica de “credibilidad macroeconómica como política exterior”, donde el atractivo de inversiones y la estabilidad del programa financiero se colocan por encima de la agenda regional o política.

Desafíos en una coyuntura de alta exposición internacional
Quirno asume la Cancillería en un momento crítico para la política exterior argentina, marcado por múltiples frentes abiertos:
- La dependencia del apoyo económico estadounidense, tras la promesa de un paquete de ayuda financiera de USD 40.000 millones gestionado por el Tesoro norteamericano.
- La cooperación estratégica con Israel, en un contexto de tensión en Medio Oriente y debate interno sobre la alineación diplomática.
- Las negociaciones con China, que se han enfriado tras el reposicionamiento geopolítico de Buenos Aires.
- La necesidad de reconstruir el vínculo con el Mercosur y sostener canales de diálogo con países que han expresado inquietud por el giro ideológico del gobierno argentino.

La diplomacia argentina se enfrenta así al desafío de equilibrar la dependencia económica del eje Washington–Tel Aviv con la preservación de su margen regional y multilateral. En un escenario de volatilidad global, la gestión de Quirno estará obligada a convertir la estabilidad financiera en política exterior sustentable, sin perder la capacidad de interlocución en un continente donde Argentina aún conserva peso simbólico y diplomático.
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