En vísperas del encuentro Trump–Xi en APEC, Taiwán buscó templar el clima. El canciller Lin Chia-lung aseguró que el vínculo con EE.UU. sigue “muy estable”, aun cuando la agenda comercial domina y persisten dudas sobre la seguridad del estrecho. Mientras Washington y Pekín negocian, China intensifica la presión (incluida una investigación contra el legislador Puma Shen por “separatismo”) y sostiene su marco doctrinario de “seguridad integral”, clave para leer cualquier concesión o línea roja que surja del cara a cara entre Trump y Xi.
El mensaje de calma de Taipéi frente a la realpolitik del APEC
El gobierno taiwanés salió a despejar temores de “abandono” antes del encuentro Trump–Xi en APEC, con Lin Chia-lung insistiendo en que los lazos con Washington “son muy estables” en defensa, comercio y cooperación. El contexto es delicado en el que se desarrolla este encuentro es delicado. Trump afirma que Xi le garantizó que no habrá invasión durante su mandato, pero aún no aprobó nuevas ventas de armas a la isla, y la cita en Corea del Sur ocurre bajo la sombra de un posible trueque en la mesa comercial.

A la par del discurso de calma, China aumentó el costo político. Recientemente, autoridades en Chongqing abrieron una investigación contra el legislador Puma Shen por “separatismo”, un gesto de lawfare extraterritorial que busca disuadir a figuras pro-soberanía. Para Taipéi, el foro APEC sigue siendo de las pocas plataformas de interacciones en pie de igualdad, aunque evita enviar a su presidente para no alimentar roces con Pekín.
La seguridad integral china como marco del juego en APEC
Para interpretar el margen de maniobra de Xi en APEC hay que mirar su arquitectura doctrinal: el Libro Blanco 2025 sitúa la seguridad como eje transversal (política, económica, tecnológica y cultural) bajo liderazgo del Partido Comunista Chino y pensamiento de Xi. Seguridad y desarrollo son dos caras de la misma moneda: la modernización militar, la resiliencia económica y el control social se justifican como requisitos de estabilidad, al tiempo que se promueve la Iniciativa de Seguridad Global (GSI) como alternativa a marcos occidentales. En ese marco, toda acción respecto de Taiwán se presenta como defensa activa de la soberanía.

El documento también perfila a EE.UU. como rival estructural y alerta sobre la militarización del Indo-Pacífico, reforzando la narrativa de cerco estratégico. Esto condiciona el cara a cara Trump–Xi. Pekín puede exhibir flexibilidad táctica en comercio, pero mantiene líneas rojas en integridad territorial y una sola China, mientras usa herramientas de presión, desde operaciones militares regulares hasta lawfare, para elevar el costo político a Taiwán. Así, el resultado más probable del APEC es un compás de espera: gestos de distensión económica sin alterar la lógica de disuasión y control que ancla la estrategia china.
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