Rusia aseguró haber probado un nuevo misil de crucero de propulsión nuclear, mientras Putin redobló su mensaje de disuasión en plena guerra de Ucrania. El anuncio llega cuando Londres reúne a la “coalición de los voluntarios” para pedir más misiles de largo alcance y sanciones coordinadas, y la UE avanza en fórmulas financieras y de presión sobre Moscú. El resultado es un tablero más volátil, exhibición tecnológica rusa, ventana diplomático-militar europea y una carrera por reforzar la defensa ucraniana antes del invierno.
Un misil de crucero nuclear que desafía la intercepción
El Kremlin difundió un video donde Putin recibe al jefe del Estado Mayor, Valeri Gerásimov, quien reporta que el Burevestnik (conocido por la OTAN como Skyfall) voló unos 14.000 km durante 15 horas con propulsión nuclear. Moscú lo presenta como “invulnerable” por su alcance casi ilimitado y trayectoria impredecible, una respuesta a la presión occidental y a los debates sobre ataques en profundidad dentro de Rusia con armamento occidental. El ensayo se enmarca en una secuencia de ejercicios de la tríada nuclear y busca reforzar la señal de costos crecientes si Ucrania y sus aliados escalan el teatro de operaciones.

Sin embargo, el sistema arrastra escepticismo técnico y preocupaciones ambientales: fallas previas, incluida la explosión de 2019 en el Mar Blanco con víctimas y un pico radiactivo, alimentan dudas sobre fiabilidad y manejo. Más allá del desempeño, la apuesta de Rusia con estos misiles apunta a erosionar la confianza en los escudos antimisiles y a imponer cautela política en Washington, Bruselas y capitales europeas. Para la UE, el desafío combina seguridad dura y gestión de riesgos transfronterizos en caso de incidentes, mientras Kiev observa cómo esta carta de disuasión condiciona su margen ofensivo.
Activos rusos, sanciones y más misiles para sostener a Ucrania
En Londres, la “coalición de los voluntaris”, con el primer ministro Keir Starmer, líderes de la OTAN y participación de jefes de gobierno europeos, presiona por entregar más misiles de largo alcance a Ucrania tras la negativa de Washington a transferir Tomahawk. El Reino Unido y Francia ya proveen Storm Shadow/SCALP y aceleran producción de defensa aérea, mientras se debate el acceso a Taurus en Alemania. En paralelo, la UE empuja nuevas sanciones a exportaciones energéticas de Rusia y discute una arquitectura financiera basada en rendimientos de activos rusos congelados para cubrir necesidades ucranianas en 2026.

Si Putin proyecta disuasión estratégica y resiliencia industrial, Europa necesita cerrar brechas de alcance, stocks y defensa aérea para sostener el pulso. La coordinación entre Londres y Bruselas (sanciones, financiación, logística y transferencia de capacidades) será decisiva para que Ucrania mantenga iniciativa operativa en invierno. El equilibrio final dependerá de si la UE cristaliza el paquete financiero y de si los aliados convierten promesas en entregas calendarizadas, neutralizando la ventaja psicológica que Rusia busca con sus pruebas de misiles.
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