La renuncia de Gerardo Werthein y el nombramiento de Pablo Quirno como nuevo canciller marcan un viraje explícito en la política exterior argentina: menos diplomacia clásica, más alineamiento financiero. Mientras tanto, el Ejecutivo evalúa instalar a Sebastián Amerio en Justicia, en lo que podría configurar un doble movimiento de blindaje institucional.
El documento emitido por la Oficina del Presidente el 23 de octubre oficializa la renuncia de Gerardo Werthein y anuncia la designación de Pablo Quirno como nuevo canciller. El texto, sobrio pero cargado de énfasis ideológico, destaca el “valioso aporte” de Werthein en la relación bilateral con Estados Unidos, sin mencionar logros regionales ni multilaterales.
La elección de Quirno se presenta como continuidad estratégica: se lo define como “pieza clave en la recuperación económica” y garante de una “Argentina libre y próspera”, alineado con la visión presidencial. Además, se confirma que el nuevo canciller continuará negociando con el FMI y gestionando las relaciones financieras internacionales, lo que consolida una Cancillería subordinada al Ministerio de Economía. El tono del comunicado no es meramente administrativo: funciona como manifiesto tecnocrático, donde la política exterior se reduce a solvencia fiscal y alineamiento institucional.
De embajador a fusible: la salida de Werthein
La renuncia de Gerardo Werthein fue oficializada por la Oficina del Presidente el 23 de octubre, con efecto a partir del lunes 27. El comunicado agradece su “valioso aporte” en la relación bilateral con Estados Unidos, pero omite cualquier referencia a logros multilaterales, posicionamientos regionales o negociaciones estratégicas. La salida, aunque presentada como ordenada, expone la fragilidad de una diplomacia que nunca terminó de consolidarse.

Werthein había sido designado como una figura de confianza para el vínculo con Washington, pero su gestión quedó encapsulada en gestos protocolares y escasa proyección regional. Su reemplazo no solo marca el fin de una etapa, sino también el inicio de una lógica diplomática subordinada a las urgencias económicas del Ejecutivo.
Quirno, el economista que salta al tablero geopolítico
El reemplazo es sintomático. Pablo Quirno, actual secretario de Finanzas y hombre de extrema confianza de Luis “Toto” Caputo, asume como nuevo ministro de Relaciones Exteriores. El comunicado oficial lo presenta como “pieza clave en la recuperación económica” y garante de la visión presidencial de “una Argentina libre y próspera”. Pero el gesto va más allá: instala a un técnico financiero en el corazón de la política exterior, desplazando el perfil diplomático tradicional por una lógica de alineamiento económico y pragmatismo fiscal.
Quirno ya ocupaba el cargo de Secretario de Relaciones Económicas Internacionales, y estaba a cargo de las conversaciones con inversores y organismos multilaterales. Su ascenso formal a Cancillería consolida una diplomacia orientada a la deuda, la inversión y la negociación financiera. En lugar de embajadores, se priorizan operadores económicos. En lugar de posicionamientos geopolíticos, se privilegia la hoja de cálculo.
Amerio en Justicia: ensayo de blindaje
El otro movimiento en evaluación es la designación de Sebastián Amerio como ministro de Justicia, en reemplazo de Mariano Cúneo Libarona. Amerio, actual secretario del área, es un operador cercano a Santiago Caputo y mantiene vínculos fluidos con los jueces federales de Comodoro Py. Su eventual nombramiento responde a la necesidad de reforzar el control institucional en un contexto de reformas judiciales, vacantes críticas y negociaciones internacionales que requieren respaldo normativo.
Amerio anticipó en medios que el Gobierno planea designar jueces para cubrir el 33% de vacantes en la Justicia federal y más del 40% en el Ministerio Público Fiscal. La maniobra no es menor: en plena reconfiguración del gabinete, el Ejecutivo busca consolidar un esquema de gobernabilidad que combine alineamiento político, control judicial y continuidad económica. La Justicia, lejos de ser un poder independiente, se perfila como pieza funcional del engranaje libertario.
¿Concentración y continuidad?
La doble jugada —Quirno en Cancillería y Amerio en Justicia— revela una estrategia de concentración funcional: economía, diplomacia y justicia bajo perfiles técnicos, alineados y con capacidad de ejecución. El riesgo: desdibujar los contrapesos institucionales y reducir la política exterior a una extensión del Ministerio de Economía.
En paralelo, el Gobierno deberá cubrir otras vacantes sensibles: Seguridad, Defensa y Vocería Presidencial. La salida de Patricia Bullrich, Luis Petri y Manuel Adorni abre interrogantes sobre el equilibrio interno del gabinete. Pero la elección de Quirno despeja rumores sobre cambios en Economía: Caputo conserva respaldo absoluto, y el modelo económico se proyecta como eje rector de la política exterior.
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