La asunción de Sanae Takaichi como primera ministra de Japón representó de por sí un hecho histórico: jamás entre sus 103 antecesores hubo una mujer. Sin embargo, también representa un giro hacia el ala más nacionalista y ultraconservadora del amplio Partido Liberal Democrático, que ha gobernado el archipiélago casi sin interrupciones desde su creación en 1955.
La llegada de Takaichi se produce tras la inestabilidad política que siguió a las elecciones legislativas en octubre de 2024, donde el PLD perdió su histórica mayoría parlamentaria y empezó a tambalear la gestión de su predecesor, Shigeru Ishiba. La formación conservadora no ha conseguido estabilidad después de la renuncia en 2020, y posterior magnicidio en 2022, del ex primer ministro Shinzo Abe, cuyos gabinetes Takaichi integró como ministra de distintas carteras y de quien se considera heredera política. En la caída en desgracia del partido también pesan los escándalos de sobornos que causaron la renuncia de cuatro ministros japoneses del gobierno de Fumio Kishida en diciembre de 2023, así como las acusaciones de connivencia subrepticia a lo largo de décadas con la Iglesia de la Unificación, una organización religiosa de origen surcoreano denunciada de manipular económica y psicológicamente a sus fieles, algo que el autor del asesinato de Abe dijo haber vivido en carne propia y usó como justificación para su atentado.

La fragilidad del Partido Liberal Democrático se evidencia en el gobierno de Takaichi, que perdió la alianza que durante un cuarto de siglo unió al PLD con el Komeito, partido budista de centro que no renovó la coalición en septiembre, cuando la ahora primera ministra fue electa líder del partido en elecciones primarias. Para poder imponerse en el cargo, Takaichi debió acordar con la Asociación Japonesa de Innovación, un espacio nacido en Osaka que se consolida en la escena nacional. Su líder, Hirofumi Yoshimura, aseguró que se presentó al PLD una serie de “demandas integrales” asociadas a la economía y que por el momento no integrarán miembros al gabinete hasta ver la evolución de sus iniciativas.
De esta manera, se observa lo escarpado del terreno por el que se mueve Takaichi, quien ha expresado su admiración por la ex primera ministra británica Margaret Thatcher y busca perfilarse como “la dama de hierro” japonesa.
Quién es Sanae Takaichi
Nacida hace 64 años en la prefectura de Nara, empezó su carrera política en 1993, cuando fue electa como independiente por su jurisdicción natal. Se unió al Partido Liberal Democrático (PLD) en 1996, y desde entonces, renovó su escaño diez veces, además de tener distintas posiciones oficiales en la primera y segunda administración de Shinzo Abe.
En Japón son conocidas sus posturas conservadoras en temas sociales, uno de los antecedentes que pone un asterisco a la lectura de que su elección significa un avance de género. Aunque es innegable que la mera elección de Takaichi representa un hito para un país situado en el puesto 118 de 155 en el ranking de Brecha de Género del FMI, su histórica posición contra la legislación que permite a las mujeres casadas mantener sus apellidos de soltera, así como su oposición a los matrimonios del mismo sexo, relativizan el impacto que su gobierno podría tener en las mujeres y las minorías.

En lo económico, se espera que Takaichi busque retomar la senda de Shinzo Abe, promoviendo un aumento del gasto público y acceso al crédito barato para las familias. En un país donde el estado de bienestar es la base de la sociedad, Takaichi promueve ampliar los servicios hospitalarios para la salud de la mujer, dar a los trabajadores domésticos un mayor reconocimiento y mejorar las opciones de atención para la sociedad japonesa que envejece.
Otro de los ejes de su campaña por el liderazgo nacional fue el discurso crítico hacia la inmigración, un tema delicado en un Japón que necesita revertir su envejecimiento poblacional y sostener su estado de bienestar, pero es históricamente reticente a la inserción foránea en su tejido social. Ya en su lanzamiento de campaña en las primarias del PLD, la política generalizó un discurso contra los extranjeros al referirse a un supuesto ataque a patadas de turistas a un ciervo en el Parque de Nara, uno de los más antiguos del país y símbolo de su tierra natal. “Si los extranjeros gustan de pisotear los sentimientos de los japoneses, algo debe hacerse”, advirtió.
La profundización en este eje podría ser una manera de apelar a los votantes desencantados del PLD que se pasaron al Sanseito (“Hágalo usted mismo”) un partido populista de derecha con cinco años de antigüedad que en las últimas elecciones pasó de un escaño a tener 14 en la Cámara de Consejeros de Japón, con un discurso extremo que aboga por frenar la inmigración y limitar el turismo masivo como maneras de preservar la cultura local.
La dirigente que ahora asume como líder política de Japón también supo generar fricciones con China y Corea del Sur por su reivindicación del pasado militar de su país. Takaichi ha visitado numerosas veces el santuario Yasukuni, un templo sintoísta construido a fines del siglo XIX donde se rinde homenaje a los militares caídos en combate por el archipiélago. El problema es que entre los más de dos millones de efectivos caídos cuya memoria se honra hay criminales de guerra y soldados chinos, coreanos y taiwaneses que fueron obligados a pelear por Japón en sus distintas campañas de expansión imperialista. Sin embargo, este octubre, mientras se celebraba el festival de otoño en Yasukuni, Takaichi decidió hacer un gesto de pragmatismo y, en lugar de asistir personalmente, envió una corona de flores.

Coherente con este sentimiento, se espera que Takaichi promueva la reforma de la constitución pacifista de Japón para habilitar su rearme con perspectivas bélicas. Aunque la tarea es una ambición de larga data del PLD, en la práctica no se ha demostrado fácil: desde su sanción en 1946, la carta magna del archipiélago es la más antigua del mundo sin haber recibido ninguna enmienda.
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