En la previa del almuerzo de trabajo entre Javier Milei y Donald Trump en la Casa Blanca, el expresidente estadounidense lanzó un mensaje directo: “Argentina no debería hacer nada con China en materia militar”. La frase se inscribe en una semana en la que Washington endureció su retórica hacia Pekín y ajustó la agenda del propio encuentro Milei–Trump.
La tensión bilateral EE.UU.–China volvió a subir de tono luego de que el Departamento del Tesoro acusara a Pekín de “querer arrastrar al mundo a su recesión”, en el marco de controles a insumos críticos y disputas por cadenas de suministro tecnológico, un telón de fondo que condiciona los márgenes de maniobra de los socios de Washington en la región.
Casa Blanca: cambio de formato y continuidad del vínculo
A último momento, la Casa Blanca suspendió la reunión privada en el Salón Oval y pasó la agenda a un almuerzo de trabajo entre ambos equipos, movimiento que no impidió mantener el tono de cooperación estratégica anunciado por las partes. El ajuste de formato fue comunicado a la prensa acreditada poco antes del ingreso a la sede presidencial.

Desde Washington, el mensaje operativo es doble: continuidad del alineamiento político y, a la vez, señales explícitas sobre los límites que la administración estadounidense pretende fijar frente a vínculos militares o tecnológicos sensibles con China por parte de terceros países, incluida la Argentina.
¿Qué hay detrás del “no con China, militarmente”?
La advertencia pública de Trump funciona como marco de disuasión: delimita el perímetro de cooperación aceptable para Buenos Aires en áreas dual–use (civil y militar), cadenas de minerales críticos, telecomunicaciones y tecnología sensible. En términos geopolíticos, ordena prioridades: EE.UU. busca reducir la huella china en defensa y tecnologías estratégicas en el hemisferio occidental, mientras refuerza lazos con socios considerados afines.

Para la Argentina, el vector práctico pasa por evitar compromisos militares o industriales que puedan interpretarse como puentes tecnológicos hacia Pekín, manteniendo margen de cooperación económica diversificada, pero sin cruzar líneas rojas de seguridad que Washington considera sensibles.
Claves para Argentina: autonomía, acceso y riesgos
En la agenda inmediata, Buenos Aires equilibra tres objetivos:
- Acceso a financiamiento y mercados desde EE.UU. y aliados,
- Atracción de inversiones en energía y datos bajo estándares occidentales,
- Preservar autonomía operativa para no quedar atada a un solo polo de poder.
El desafío: sostener una relación madura con China en el plano comercial y de infraestructura sin derramar hacia cooperación militar o tecnológica estratégica que active costos con Washington. El contexto de la semana —Tesoro endureciendo el discurso, cambio en la agenda de la Casa Blanca y mensaje público de Trump— acota ese campo de juego.
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