Cuando el Ejército estadounidense atacó una lancha rápida que se aproximaba a la costa sur de República Dominicana, provocando la muerte de tres personas y la dispersión de más de 375 paquetes de cocaína al mar, quedó expuesta una realidad en transformación: los narcotraficantes están adaptándose al creciente despliegue naval de Estados Unidos en el Caribe.

En este sentido, la administración Trump intensificó la destrucción de lanchas rápidas en aguas caribeñas como parte de lo que llama su lucha contra los “narcoterroristas”. Pero esta estrategia está provocando ajustes evidentes en las rutas de tráfico de drogas. Operadores del narcotráfico, conscientes de la presión marítima, están moviendo volúmenes más pequeños, mezclándolos con cargamentos legales en buques comerciales o usando múltiples etapas de tránsito entre islas para reducir el riesgo de pérdida total ante intercepciones.
Según Patrae Rowe, jefe de la División de Investigación de Narcóticos de Jamaica, “se están utilizando más medios encubiertos para el trasbordo de drogas” como una respuesta directa al hostigamiento naval. En dicho país, los traficantes optan por cargas fragmentadas para limitar las pérdidas en caso de decomiso, en lugar de cargamentos grandes en lanchas rápidas. Mientras que en Trinidad y Tobago se incrementan los vuelos ilegales provenientes de Colombia que arrojan fardos al mar para que sean recogidos por buques mayores más difíciles de atacar.
Estados Unidos se enfrenta a las diversas estrategias de los narcotraficantes
Lo cierto es que la Guardia Costera de Estados Unidos reportó haberse incautado casi 175.000 kilos de cocaína en alta mar durante el año fiscal que finalizó en septiembre, más del doble que el año anterior. Un tercio de ese total, unas 64 toneladas, se encontraba en el Caribe. Estas cifras reflejan una mayor presión sobre las rutas marítimas tradicionales y una adaptación de los traficantes a estrategias más sofisticadas y menos visibles.

Sin embargo, expertos advierten que la presencia militar estadounidense por sí sola no basta para detener un mercado tan vasto y lucrativo, ya que mientras unos floteles son destruidos, otros usan navegaciones comerciales, falsos envíos agrícolas o intervenciones aéreas en rutas indirectas para evadir la vigilancia.
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