Egipto y Estados Unidos copresidieron en Sharm el-Sheikh una cumbre de alto nivel para consolidar el cese del fuego entre Israel y Hamas y trazar el futuro de Gaza. El presidente Abdel Fattah el-Sisi definió la propuesta de Washington como la “última oportunidad” para la paz regional, mientras Donald Trump llamó a “dejar atrás rencores históricos” ante una treintena de delegaciones. Según reseñaron AP y Reuters, el formato contempla un proceso por fases, con garantías internacionales y un esquema de gobernanza transitoria para la Franja.

El mensaje político estuvo acompañado por gestos de apoyo de líderes árabes y europeos. En la sesión plenaria, Trump agradeció el papel de Qatar, Turquía y Egipto en la mediación e impulsó una hoja de ruta para la reconstrucción de Gaza, a la par de la liberación de rehenes y un repliegue escalonado de fuerzas. El-Sisi, a su vez, remarcó que el horizonte sigue siendo la solución de dos Estados y distinguió a Trump con la Orden del Nilo, la más alta condecoración civil de Egipto.
Un tablero de poder: garantías, transición y “Board of Peace”
La arquitectura presentada por Washington prevé una transición prolongada en Gaza, el desarme de Hamas y la conformación de un gobierno tecnocrático palestino supervisado por un “Board of Peace” con participación de garantes regionales y occidentales. Fuentes egipcias y crónicas locales señalan que la declaración firmada por EE. UU., Egipto, Qatar y Turquía sella la primera fase del acuerdo, mientras continúan las negociaciones indirectas con las partes enfrentadas.
La asistencia financiera y de seguridad será el pilar para sostener la calma. El Consejo Europeo anticipó disposición a financiar la gobernanza transitoria, la recuperación y la reconstrucción, condicionadas a reformas de la Autoridad Palestina y a un cronograma verificable. El equilibrio de incentivos busca mantener alineados a los actores árabes clave y cerrar espacios a vetos cruzados.
Ausencias, tensiones y la política de las señales
Aunque se habló de la presencia israelí, finalmente Benjamin Netanyahu no asistió por razones de agenda, un gesto que, de acuerdo con Reuters, evidencia la delicada ingeniería política que exigirá cada paso del plan. La firma de la declaración por parte de los garantes y el reconocimiento protocolar a Trump apuntan a blindar el proceso frente a ventanas de oportunidad cortas en un entorno volátil.
Para Egipto, anfitrión y mediador histórico, la cumbre también reposiciona a El Cairo como bisagra entre Washington y las capitales árabes, mientras “modula” la presencia de otros jugadores (Irán no estuvo). La narrativa de “última oportunidad” busca anclar costos reputacionales ante cualquier ruptura unilateral del cese del fuego y alinear compromisos de largo plazo con mecanismos de verificación internacionales.

El tramo inmediato del acuerdo incluye canjes de prisioneros, aumento de ayuda humanitaria, parcial retirada de fuerzas y un mecanismo de monitoreo con participación estadounidense. La fase siguiente dependerá de la capacidad de contener spoilers, articular la reforma de la Autoridad Palestina y habilitar un horizonte político creíble hacia la solución de dos Estados. Todo ello en paralelo con la seguridad fronteriza, la interoperabilidad entre garantes y la administración de los flujos financieros de reconstrucción.
La legitimidad del proceso se jugará en el terreno: reducir la violencia, restablecer servicios críticos y crear incentivos para que las partes cumplan lo firmado. De sostenerse, la cumbre de Sharm el-Sheikh habrá marcado un punto de inflexión; si fracasa, reforzará la hipótesis de que sin anclas de seguridad y gobernanza verificables no hay senda viable hacia la paz regional.
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