En la antesala del encuentro Trump–Xi, China amplió sus restricciones a tierras raras, incorporando nuevos elementos y controles que apuntan a usuarios de chips avanzados y a fabricantes de defensa, con licencias extraterritoriales y fechas de entrada en vigor escalonadas que anticipan más fricción en las cadenas tecnológicas. Los primeros controles rigen desde el 8 de noviembre y las reglas sobre productos fabricados con insumos/equipos chinos desde el 1 de diciembre.
El nuevo tablero regulatorio
Pekín añadió cinco elementos (holmio, erbio, tulio, europio y iterbio) a su lista de tierras raras controladas, elevando a 12 los restringidos, y sumó decenas de tecnologías de refinado a régimen de licencia. La medida se acompaña de un giro extraterritorial: empresas extranjeras que produzcan imanes o compuestos usando material, equipos o tecnología chinos necesitarán una licencia china, incluso si la operación no involucra a firmas del país. Además, los usuarios de chips avanzados quedan bajo escrutinio caso por caso, mientras que usuarios de defensa en el exterior no recibirán licencias.

China procesa más del 90% de las tierras raras y busca palanca negociadora antes del encuentro Trump–Xi. Los movimientos replican lógicas de control de Washington sobre semiconductores y precipitan una bifurcación de cadenas (localización china versus aceleración de alternativas en EE.UU./aliados). La reacción bursátil fue inmediata. Subieron productores chinos y también firmas estadounidenses del sector, reflejando expectativas de reconfiguración de oferta, impacto sobre chips y presión adicional sobre programas de defensa que dependen de imanes y compuestos críticos.
Dominio de proceso chino y la vulnerabilidad de chips y defensa
Las tierras raras, 17 elementos que no son “raros” por abundancia, sino por dificultad de extracción y separación. Son insumo de chips, turbinas eólicas, LEDs, baterías EV y, crucialmente, sistemas de defensa (F-35, submarinos, satélites, láseres, misiles Tomahawk). Si bien EE.UU. tiene una mina operativa en California, la dependencia crítica está en el procesamiento: alrededor del 61% de la producción minera mundial proviene de China, que controla cerca del 92% del refinado.

En ese marco, nuevas restricciones chinas, sumadas a la escalada arancelaria de Washington, convierten a los elementos y a la tecnología de separación en palancas de la disputa. La Casa Blanca amenaza contramedidas, pero la sustitución no es inmediata: desarrollar separación doméstica, reciclar y diversificar proveedores (Australia, Canadá, UE) requiere años e inversiones sostenidas. Mientras tanto, cada giro regulatorio de China altera costos y plazos en chips avanzados y programas de defensa.
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