Las recientes incursiones de drones y cazas rusos sobre Polonia y los países nórdico-bálticos marcaron un nuevo punto de tensión en la seguridad europea. Según el análisis de Europe’s Edge (CEPA), estas acciones, combinadas con los ejercicios militares Zapad-2025 realizados junto a Bielorrusia, reflejan una aceleración de la guerra híbrida del Kremlin y una estrategia cada vez más audaz para probar los límites de la OTAN.
Durante septiembre, Zapad-2025 sirvió como exhibición de fuerza con misiles de alcance nuclear y bombarderos estratégicos Tu-22M3, pero su verdadera amenaza se manifestó fuera del campo de maniobras. Varios aeropuertos civiles en Noruega, Suecia, Polonia y Dinamarca reportaron drones no identificados que forzaron cierres temporales, incluido el de Copenhague, el más transitado del norte de Europa. Para los analistas, esta táctica encarna el concepto de “guerra en la sombra”: operaciones encubiertas que siembran caos y desconfianza sin un enfrentamiento directo.

Un tablero militar más peligroso
A pesar de las sanciones occidentales, Rusia ha modernizado sus sistemas de navegación y control de drones con apoyo tecnológico chino, aumentando la precisión y autonomía de sus UAVs. Este avance no solo potencia su campaña en Ucrania, sino que expande su capacidad de proyección híbrida sobre el territorio europeo. En paralelo, Bielorrusia consolidó su papel como plataforma militar del Kremlin, al suspender su adhesión al Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (CFE) y desplegar armas nucleares tácticas e hipersónicas.

La respuesta de la OTAN fue inmediata: refuerzo del flanco oriental con unidades antidrone, cazas y maniobras conjuntas cerca del corredor de Suwałki, la franja que separa Polonia y Lituania y conecta Bielorrusia con Kaliningrado. Este punto geográfico es considerado el talón de Aquiles de la defensa aliada, y su eventual bloqueo podría aislar a los Estados bálticos del resto de la Alianza.
Intimidación, resiliencia y un mensaje geopolítico
Aunque algunos economistas sostienen que la fragilidad financiera rusa limita su poder militar, Shahbazov advierte que el Kremlin mantiene suficiente capacidad para combinar coerción convencional y operaciones encubiertas con un mismo objetivo: consolidar una zona de amortiguamiento en Europa del Este y reafirmar su influencia en el espacio postsoviético.

El patrón es claro: maniobras militares, sabotajes, desinformación y presión psicológica sobre los aliados de la OTAN. Una ofensiva sin disparar un solo tiro, pero con enorme efecto político y simbólico. Para el autor, Europa enfrenta así una nueva fase de la confrontación con Moscú, en la que la amenaza no se mide por tropas visibles, sino por la capacidad de desestabilizar sin declararlo.
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