El director general de Rosatom, Alexéi Lijachov, afirmó que Rusia colaborará activamente para que China supere a Estados Unidos en capacidad nuclear instalada. Durante una entrevista con la televisión estatal rusa, el funcionario aseguró que Moscú “ya está ayudando” a Pekín a alcanzar su meta de más de 100 gigavatios (GW) de potencia, un salto que podría reconfigurar el equilibrio energético mundial.
Lijachov detalló que la empresa estatal rusa ha construido cuatro reactores en China y trabaja en otros cuatro, todos basados en tecnología rusa de ciclo cerrado de combustible. Según explicó, el objetivo del gobierno chino es “alcanzar y superar a Estados Unidos en capacidad nuclear instalada”, que actualmente ronda los 97 GW. Pekín opera cerca de 53,2 GW, pero prevé duplicar esa cifra en menos de una década, apoyado por la cooperación tecnológica rusa.
Energía, poder y competencia estratégica
La alianza nuclear entre Moscú y Pekín refuerza una asociación tecnológica y energética que desafía el liderazgo occidental. Rusia aporta su experiencia en reactores rápidos y gestión avanzada de combustible, mientras China acelera la construcción de plantas en Guangdong, Fujian y Hainan. Para ambos gobiernos, el desarrollo atómico no solo garantiza seguridad energética, sino también influencia política en la transición verde global.

Si China logra superar la barrera de los 100 GW, se convertirá en la mayor potencia nuclear civil del mundo, desplazando por primera vez a Estados Unidos. “China tiene planes ambiciosos para el desarrollo de la energía atómica. La tarea ha sido fijada, y ayudaremos”, declaró Lijachov, citado por Reuters.
La expansión nuclear promete electricidad libre de carbono y estabilidad de suministro, aunque también plantea riesgos relacionados con los residuos radiactivos, los altos costos y la seguridad operativa. Según el Departamento de Energía de EE. UU., la energía nuclear representa el 20 % de su generación eléctrica, y reducirla haría más difícil alcanzar la meta de emisiones netas cero para 2050.
El crecimiento acelerado del programa chino ha motivado mayor atención de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), que busca garantizar estándares de seguridad. Mientras Washington promueve una estrategia energética diversificada, Moscú y Pekín avanzan en un modelo centralizado, impulsado por el Estado y con menor supervisión internacional.
La cooperación nuclear entre Rusia y China consolida un nuevo eje energético euroasiático, con implicancias que trascienden lo tecnológico. En un escenario de sanciones occidentales, Moscú busca consolidarse como socio estratégico de Pekín, utilizando la energía como instrumento de poder y disuasión global.
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