Pese a las estrictas sanciones impuestas por Estados Unidos, China continúa comprando petróleo iraní a través de un sofisticado sistema de trueque que le permite a Irán mantener sus exportaciones y financiar grandes proyectos de infraestructura. El mecanismo involucraría a la aseguradora estatal china Sinosure y a la plataforma financiera Chuxin, que canalizan los pagos de forma encubierta para evitar el rastreo de las autoridades estadounidenses. Este entramado ha permitido a Teherán esquivar las sanciones y a Pekín consolidar su presencia económica en Medio Oriente.
Sinosure y Chuxin, los pilares del esquema
En el centro del acuerdo entre Pekín y Teherán se encuentra un sistema de trueque modernizado. Irán envía crudo a China, y a cambio, empresas estatales chinas construyen infraestructura en suelo iraní. De acuerdo informes recientes, el flujo financiero se canaliza a través de Chuxin, una entidad con sede en China que recibe depósitos de cientos de millones de dólares mensuales por parte del comprador estatal Zhuhai Zhenrong. Estos fondos son luego redirigidos a contratistas chinos encargados de ejecutar proyectos en Irán, como refinerías, aeropuertos y redes de transporte. Todo el proceso está asegurado por Sinosure, la aseguradora estatal china que respalda las inversiones internacionales de Pekín.

El resultado es un circuito cerrado de cooperación económica que beneficia a ambas partes: Irán obtiene infraestructura y mantiene su flujo de ingresos petroleros, mientras que China refuerza su influencia estratégica en una región clave para su política energética. Este sistema también permite a Teherán ocultar el origen de su petróleo mediante transferencias entre buques y la mezcla con crudo de otros países, una maniobra que complica la detección por parte de las autoridades estadounidenses. Según estimaciones, hasta 8.400 millones de dólares fluyeron por este esquema en 2024, financiando el desarrollo de proyectos iraníes sin dejar huellas visibles en el sistema financiero global.
La cooperación Irán-China frente a las presiones occidentales
Aunque las sanciones de Naciones Unidas y Estados Unidos intentan aislar a Teherán, los lazos económicos entre Irán y China demuestran una resiliencia notable. Según Majid-Reza Hariri, presidente de la Cámara Conjunta Irán-China, las medidas impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU no afectan directamente el comercio, ya que se concentran en sectores nucleares y militares, no en el ámbito comercial. China compra más del 90% del petróleo iraní, garantizando a Teherán un flujo constante de ingresos y consolidando su papel como socio clave frente a la presión de Washington.

Las sanciones, desde la óptica de Hariri, tienen un efecto más psicológico que real. En la práctica, el intercambio comercial sigue creciendo, con un valor de 34.100 millones de dólares en bienes no petroleros durante el último año persa. La relación bilateral se institucionalizó mediante foros empresariales, acuerdos estratégicos y proyectos conjuntos que refuerzan el vínculo político-económico a largo plazo. En 2021 ambos países firmaron un acuerdo integral de cooperación de 25 años, complementado por una serie de memorandos que abarcan desde la transferencia tecnológica hasta la gestión de recursos hídricos y energéticos.
China ha financiado infraestructura crítica en provincias iraníes como Juzestán, impulsando centrales eléctricas, redes de transporte y modernización industrial. Para Teherán, estos proyectos representan una vía de desarrollo y diversificación económica; para Pekín, una plataforma geopolítica que amplía su influencia en Medio Oriente y consolida su estrategia de interdependencia económica como herramienta diplomática.
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