El presidente Donald Trump declaró que EE.UU. se encuentra en un conflicto armado contra los carteles de la droga, tras ordenar ataques militares en el Caribe contra embarcaciones que, según Washington, tenían origen en Venezuela. En un memorando enviado al Congreso, la Casa Blanca designó a los carteles como “combatientes ilegales”. Esto abre un controvertido debate sobre la legalidad de usar la fuerza militar sin autorización legislativa y fuera del marco tradicional del derecho internacional. La decisión plantea interrogantes sobre los límites de los poderes presidenciales y el estatuto jurídico de los objetivos atacados.
Un nuevo marco de guerra contra los carteles
El memorando de la administración Trump, filtrado a la prensa, sostiene que los carteles constituyen grupos armados no estatales responsables de ataques organizados en el hemisferio occidental. Bajo esa lógica, el presidente decidió designarlos como organizaciones terroristas y justificar la intervención militar como respuesta a un ataque armado contra EE.UU. Esta narrativa marca un giro drástico respecto a décadas de cooperación internacional en la lucha antidrogas, en las que predominaba el enfoque de seguridad pública y justicia penal.

Las operaciones militares ya se han cobrado la vida de al menos 11 personas en una primera ofensiva contra una lancha supuestamente vinculada al Tren de Aragua. Luego siguieron otras tres en un ataque posterior, ambas en aguas internacionales. El Pentágono no ha detallado cómo se identificaron los objetivos ni qué mecanismos de verificación se utilizaron. Sin embargo, Trump aseguró que se trata de narco-terroristas que amenazan directamente la seguridad estadounidense. El anuncio fue recibido con sorpresa incluso dentro del Congreso, donde legisladores de ambos partidos alertaron sobre un posible abuso del poder ejecutivo.
La delgada línea entre seguridad y violación de la legalidad
Diversas organizaciones de derechos humanos, entre ellas Human Rights Watch, denunciaron que los ataques constituyen ejecuciones extrajudiciales. En esta lógica, al no existir un conflicto armado reconocido bajo el derecho internacional, no se justifica el uso letal de la fuerza. Según expertos, Estados Unidos no puede invocar la normativa de la guerra para justificar operaciones contra presuntos narcotraficantes. Especialistas afirman que se trata de delitos comunes que deben ser abordados con métodos de aplicación de la ley, no con bombardeos militares. Además, subrayan que no hubo intentos de interdicción ni de arresto, como exige la normativa internacional.

El cuestionamiento se intensifica en el plano diplomático. Varias de las embarcaciones atacadas provenían de Venezuela, lo que plantea dudas sobre si militares o fuerzas de seguridad de ese país podrían ser considerados combatientes al margen de la Convención de Ginebra. Al mismo tiempo, la administración Trump ha debilitado los mecanismos internos de control legal sobre operaciones militares, eliminando revisiones de los jueces militares y flexibilizando las reglas de ataque. Esto incrementa los temores de que futuras operaciones se realicen sin transparencia ni rendición de cuentas, erosionando los compromisos de Estados Unidos con el derecho internacional y los derechos humanos.
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