La tensión en el Mediterráneo oriental volvió a escalar este miércoles cuando la flotilla Global Sumud, integrada por unas 45 embarcaciones con activistas y políticos internacionales, denunció haber sido interceptada por la marina israelí a menos de 90 millas náuticas de la Franja de Gaza. Entre los pasajeros se encuentran la activista sueca Greta Thunberg, la eurodiputada franco-palestina Rima Hassan y el nieto de Nelson Mandela, Mandla Mandela.
Según un comunicado del contingente magrebí de la flotilla, dos buques de guerra israelíes realizaron maniobras de cerco contra las naves Alma y Sirius, en lo que calificaron como tácticas de “intimidación”. El objetivo declarado de la misión es romper el bloqueo naval israelí y entregar ayuda humanitaria a Gaza, territorio que la ONU señala enfrenta niveles de hambruna severa tras meses de conflicto.
Advertencias y presiones diplomáticas
Las autoridades israelíes confirmaron haber advertido a la flotilla sobre su ingreso a lo que Tel Aviv considera un “bloqueo naval legal” en zona de combate activo. “Se les pidió cambiar el rumbo”, indicó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, subrayando que la entrada violaría medidas de seguridad vigentes desde el inicio de la guerra.
España e Italia, que enviaron fragatas como escolta inicial de seguridad, instaron a los activistas a detenerse en el límite de 150 millas náuticas fijado por Israel como zona de exclusión. Sin embargo, ambas marinas se replegaron al llegar a ese punto, lo que generó acusaciones de “sabotaje” por parte de los organizadores de la misión. El ministro español Óscar López aseguró que Madrid había sido claro: “Nuestro mensaje ha sido no ingresar en esa zona”.
Reacciones internacionales y divisiones en Europa
El incidente provocó una inmediata ola de reacciones diplomáticas. El canciller francés Jean-Noel Barrot confirmó que Israel estaba abordando algunas embarcaciones, mientras que Italia y Grecia emitieron un comunicado conjunto exhortando a “garantizar la seguridad e integridad de los participantes”. Sudáfrica, por su parte, reclamó “máxima moderación” y alertó sobre el riesgo de acciones unilaterales que puedan poner en peligro vidas humanas.
El primer ministro español Pedro Sánchez afirmó que la flotilla “no representa una amenaza para Israel” y expresó su esperanza de que el gobierno de Benjamin Netanyahu tampoco represente un peligro para los activistas. En contraste, la primera ministra italiana Giorgia Meloni criticó la iniciativa, advirtiendo que podría poner en riesgo la negociación del nuevo plan de paz para Gaza propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump.
Una estrategia que revive antecedentes
El intento de romper el bloqueo recuerda episodios anteriores: en junio y julio, Israel ya había bloqueado flotillas con objetivos similares. La actual misión partió de España hace un mes, realizó una escala de 10 días en Túnez —donde los organizadores denunciaron ataques con drones— y reanudó su viaje el 15 de septiembre.

Los activistas sostienen que el asedio naval israelí constituye una violación del derecho internacional humanitario y aseguran que su misión es estrictamente civil y humanitaria. No obstante, la posición israelí es tajante: el bloqueo marítimo sobre Gaza es parte de sus operaciones de seguridad en un “teatro de guerra” aún activo.












