La presencia de buques de investigación chinos en aguas cercanas a Alaska, dentro de la zona de la plataforma continental extendida de EE.UU., encendió las alarmas en Washington. Desde julio, la Guardia Costera de EE.UU. emite comunicados públicos para denunciar y monitorear estas incursiones, una estrategia de “naming and shaming” que busca disuadir a China de normalizar su presencia en el Ártico. Las operaciones, respaldadas por el Pentágono y el Comando Norte (NORTHCOM), se enmarcan en la creciente competencia geopolítica por influencia y acceso a los recursos de la región.
La Guardia Costera como primera línea frente a China en Alaska
Bajo la Operación Frontier Sentinel, la Guardia Costera de EE.UU. respondió con despliegues de aeronaves y buques a la presencia reiterada de navíos chinos, detectados en julio, agosto y septiembre de 2025. Aunque se trata oficialmente de buques de investigación, analistas y exfuncionarios de seguridad advierten que sus actividades exceden la recolección científica y pueden formar parte de tácticas de guerra en zona gris, utilizadas por Pekín para probar los límites de la disuasión estadounidense sin llegar a un enfrentamiento abierto. La elección de la Guardia Costera como fuerza de respuesta busca evitar una escalada innecesaria, manteniendo un balance entre vigilancia y diplomacia.

El aumento de operaciones chinas se explica, según el jefe de NORTHCOM, general Gregory M. Guillot, por la construcción de nuevos rompehielos y el interés de Pekín en consolidar su influencia y acceso al Ártico. Desde 2021, China ha llevado adelante patrullas anuales en el mar de Bering, algunas junto a Rusia, y en 2024 ejecutó por primera vez un patrullaje aéreo conjunto con bombarderos rusos en la zona de identificación de defensa aérea de Alaska.
China avanza en la carrera por los recursos del Ártico
Paralelamente a su presencia en aguas cercanas a Alaska, Pekín celebró en septiembre un hito en exploración ártica, al realizar la primera inmersión tripulada en aguas profundas bajo hielo en la región. La expedición, apoyada por el rompehielos Xuelong 2 y otros tres buques, fue presentada como un avance científico destinado a comprender los impactos del cambio climático en el ecosistema polar. Sin embargo, analistas destacan que este despliegue también representa un mensaje político. China se autoproclama “Estado cercano al Ártico” y busca consolidar su rol como actor legítimo en un área estratégica dominada históricamente por EE.UU., Rusia y los países nórdicos.

El trasfondo económico es ineludible: el Ártico concentra alrededor del 10% de las reservas mundiales de petróleo y un 25% del gas natural. La creciente apertura de rutas marítimas, impulsada por el deshielo, convierte a la región en un corredor comercial alternativo al canal de Suez, con implicaciones globales para la seguridad energética y la logística internacional. En este contexto, el discurso científico de China convive con una estrategia de proyección de poder blando y duro, apoyada en la expansión de su flota polar y en la coordinación con Rusia.
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