El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reunió a cientos de generales y almirantes en la base del Cuerpo de Marines en Quantico, Virginia, en un evento que llamó la atención tanto por su magnitud como por el contenido político de los discursos. Allí afirmó que el país enfrenta una “invasión desde adentro”, en alusión a problemáticas vinculadas a la seguridad fronteriza y a lo que describió como la necesidad de erradicar la “cultura woke” dentro de las Fuerzas Armadas. La cobertura fue difundida inicialmente por Bloomberg, que destacó la carga política de la intervención.
Durante su exposición, Trump insistió en que, tras décadas de inversiones en defensa de fronteras extranjeras, su administración destina recursos y tropas a “proteger las propias”. En este marco, reiteró la importancia del despliegue militar en la frontera con México y sugirió que algunas ciudades estadounidenses podrían ser utilizadas como “campos de entrenamiento” para las tropas, un planteo que intensifica el debate sobre la utilización del aparato militar en asuntos domésticos.

El encuentro en Quantico fue compartido con el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien reforzó el mensaje presidencial con un discurso de 45 minutos. Hegseth instó a los oficiales superiores a renunciar si no se alineaban con su visión y adelantó cambios drásticos en los estándares físicos, la gestión de denuncias y las prácticas de diversidad dentro de las Fuerzas Armadas. En una línea de confrontación directa con lo que denomina “restricciones burocráticas heredadas”, subrayó que “es inaceptable ver generales y almirantes con sobrepeso en los pasillos del Pentágono”.
La decisión de convocar a oficiales provenientes de bases en todo el mundo fue cuestionada por analistas y legisladores. Kori Schake, especialista en defensa del American Enterprise Institute, consideró “preocupante” la politización del evento, aunque valoró la “profesionalidad silenciosa” de los mandos militares presentes. Desde el Congreso, el senador Jack Reed —máxima autoridad demócrata en el Comité de Servicios Armados— calificó el encuentro como una “peligrosa y costosa distracción de liderazgo”, al señalar que apartó a la cúpula militar de sus funciones operativas con un “ultimátum” implícito para conformarse o dimitir.

Bloomberg recordó que desde su llegada al poder, Trump y Hegseth han impulsado un giro de gran calado en la conducción militar: desplegaron tropas en la frontera sur, ordenaron operativos en ciudades estadounidenses, despidieron a la primera mujer al frente de una rama de servicio y restituyeron nombres de bases militares en honor a generales confederados. Más recientemente, el Pentágono investiga a Hegseth por presuntas filtraciones de información clasificada en un chat de mensajería encriptada que incluyó accidentalmente a un periodista.
El trasfondo de la reunión no se limita al plano doméstico. Aunque el secretario de Defensa anticipó que los desafíos en el hemisferio y la contención de China serán tratados en documentos estratégicos próximos, el énfasis de Trump en que la principal amenaza es “el enemigo interno” refuerza la percepción de que su administración prioriza la política interna por sobre la tradicional proyección externa de Washington. Para analistas como Michael O’Hanlon, del Brookings Institution, este viraje podría erosionar compromisos con aliados clave y alterar el delicado equilibrio de disuasión global que depende de la presencia estadounidense.
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