El sector agrícola estadounidense encendió las alarmas luego de que el gobierno de Donald Trump confirmara negociaciones para extender un swap financiero a la Argentina y, de manera paralela, se conociera la venta de veinte cargamentos de soja argentina a China. La medida generó un fuerte malestar entre los productores de soja de Estados Unidos, que acusan a la Casa Blanca de debilitar su posición en el principal mercado mundial mientras favorece a competidores directos como Brasil y Argentina.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció esta semana que Washington evalúa otorgar a Buenos Aires una línea de swap por 20.000 millones de dólares, además de la compra de bonos soberanos argentinos. Casi en simultáneo, el gobierno argentino comunicó la suspensión de impuestos a la exportación de soja, lo que permitió cerrar en apenas 48 horas un acuerdo con Pekín para colocar veinte buques del grano en el mercado chino.

Desde la American Soybean Association (ASA), su presidente Caleb Ragland expresó la frustración del sector: “Los agricultores de soja estadounidenses hemos sido claros durante meses: la administración necesita asegurar un acuerdo con China. Este año no hemos realizado ninguna venta a nuestro principal socio comercial debido a los aranceles del 20% aplicados en represalia por las medidas de EE.UU. Mientras tanto, otros exportadores, primero Brasil y ahora Argentina, están capturando ese mercado a costa directa de los productores norteamericanos”.
La ASA advirtió que la situación se agrava por la caída de los precios internos de la soja en plena temporada de cosecha, al tiempo que los agricultores observan cómo la Casa Blanca destina recursos a respaldar financieramente a un competidor que aprovecha el vacío comercial para fortalecer su presencia en Asia. “El malestar es enorme”, sostuvo Ragland, quien reclamó a la administración Trump que priorice de manera urgente un acuerdo con China para evitar un daño estructural en el agro estadounidense.

El trasfondo de esta tensión se encuentra en la guerra comercial entre Washington y Pekín. Desde la imposición de aranceles cruzados, China —el mayor importador de soja del mundo— ha diversificado sus compras hacia Sudamérica. Brasil ya consolidó su liderazgo como principal proveedor, mientras que la reciente decisión de Argentina de liberar temporalmente sus exportaciones refuerza el cambio de mapa en el comercio agrícola internacional.
Analistas señalan que el enojo del sector agrícola estadounidense podría tener implicancias políticas internas, dado el peso electoral de los estados sojeros en el Midwest, tradicionalmente clave para los republicanos. La presión del lobby rural se suma así a un escenario económico complejo, en el que la Casa Blanca intenta equilibrar las necesidades de financiamiento de Argentina con los compromisos comerciales que exigen sus productores.
La American Soybean Association concluyó su comunicado con un llamado directo a Trump: “La economía agrícola no puede seguir esperando. Nuestros competidores están desplazando a Estados Unidos en el mayor mercado de importación de soja del mundo”.
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