La guerra de drones entre Ucrania y Rusia se ha materializado en un laboratorio en vivo de tecnología militar avanzada, donde la innovación no solo acelera la ofensiva, sino que redefine las reglas del combate moderno. Lo que comenzó como un uso táctico limitado, hoy se ha convertido en un frente decisivo donde la inteligencia artificial, la robótica terrestre y los enjambres aéreos marcan el rumbo de la confrontación.
La expansión del campo de batalla
El conflicto en Ucrania llevó a la guerra de drones a niveles sin precedentes, mostrando cómo la tecnología puede modificar la dinámica de enfrentamientos prolongados. Según estimaciones de combatientes en el terreno, entre el 60% y 70% de las bajas actuales son provocadas por ataques de drones kamikaze, que patrullan zonas de hasta nueve millas desde la línea de contacto. El tradicional campo de tiro de rifles o morteros se ha expandido hasta conformar una “zona de muerte” continua, donde el simple traslado de suministros o la evacuación de heridos se convierte en una operación casi imposible sin el uso de sistemas no tripulados.

Este escenario impulsó la proliferación de soluciones tecnológicas tanto aéreas como terrestres. Ucrania, con recursos humanos limitados frente a Rusia, apuesta por la automatización para mantener la resistencia. Desde robots diseñados para transportar agua y municiones hasta vehículos preparados para desactivar minas, la tecnología se tornó en un factor existencial. Sin embargo, este avance también trae nuevos retos: los sistemas de control remoto convierten a sus operadores en blancos prioritarios, y el suministro de componentes clave, como los cables de fibra óptica que hacen indetectables a ciertos drones rusos, depende en gran medida de proveedores externos como China.
Ucrania lleva adelante ataque masivo contra Moscú
La reciente ofensiva aérea contra Moscú confirma hasta qué punto la guerra de drones ha redefinido la confrontación entre Ucrania y Rusia. Entre el 22 de septiembre por la noche y el 23 de septiembre por la mañana, los sistemas de defensa rusos interceptaron más de 120 aparatos en distintas regiones, incluidos 44 sobre la capital. Se trató del ataque más grande contra Moscú desde marzo, obligando a suspender vuelos en el aeropuerto de Sheremétievo, donde casi un centenar de operaciones fueron canceladas y decenas más resultaron demoradas.

El Ministerio de Defensa ruso aseguró que sus defensas derribaron drones sobre ocho regiones, entre ellas Crimea y la zona del mar Negro. En Belgorod, fronteriza con Ucrania, siete personas resultaron heridas en ataques separados. El gobierno ucraniano evitó pronunciarse sobre esta operación, mientras denunció nuevos bombardeos rusos que causaron víctimas civiles. En estas circunstancias, resulta innegable que el uso masivo de drones está erosionando la seguridad en el propio territorio ruso y ampliando la dimensión política y psicológica de la guerra.
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