La presencia más disruptiva en el escenario por el funeral de Charlie Kirk -un evento masivo donde hablaron Donald Trump y buena parte de su administración- tal vez fuera la estructura de hierro y cristal antibala que protegía el atril encabezado por el sello presidencial de Estados Unidos.
La sólida instalación, reflectiva de los fuegos artificiales y la multitud reunida en el estadio State Farm de Glendale, Arizona, terminó de naturalizar algo que el asesinato del activista conservador alertó: la violencia política es una posibilidad latente a todo momento en el país norteamericano.

Que el Servicio Secreto haya considerado necesario blindar un funeral a puertas cerradas, donde cada asistente debió entregar información personal para poder confirmarse en la lista, enseña hasta qué punto la desconfianza impregna los espacios considerados más favorables. Que el contexto vuelva razonables estos planteos da pie a preguntas profundas sobre un sistema donde los representantes deben protegerse de sus representados.
Es una situación que Charlie Kirk, acaso, hubiera querido evitar. Aunque portavoz de ideas que resultaban divisivas para distintas personas, el activista se exponía al pronunciarlas en debates, frente a otros que tenían la posibilidad de rebatirlas. En ese mismo esfuerzo por acercarse de manera pacífica a sus oponentes fue asesinado por un tirador que, las investigaciones señalan, surgió de un entorno conservador pero se radicalizó hacia el progresismo.
Algo de este legado apareció en las palabras de Erika Kirk. La viuda y madre de sus dos hijos exaltó la calidad humana del perdón, que en el caso de ella y su esposo provenía de la fe cristiana: “Mi esposo Charlie, quería salvar jóvenes, como el que le quitó la vida (…) Lo perdono. Lo perdono porque es lo que hizo Cristo. Lo que Charlie hubiera hecho. La respuesta al odio no es el odio. La respuesta que conocemos del evangelio es amor y siempre amor”.

Trump buscó honrar a Charlie Kirk pero se diferenció: “Odio a mis oponentes, no quiero que les vaya bien”
Chispas artificiales surgieron de los contornos del escenario mientras Donald Trump se acercaba al atril blindado, bajo la interpretación de “I’m proud to be an American” del cantante de country Lee Greenwood.
Después de un tramo donde contó la historia de Kirk, el presidente buscó ilustrar los ideales que definieron su vida con una anécdota de sus últimas horas: “Poco antes de que Charlie llegara al campus el día en que sería asesinado, un miembro del staff le escribió para alertarle que había muchos críticos y estudiantes que se oponían a él entre la multitud. Y eso lo hizo sentirse bien, porque quería convencerlos”.

“Charlie le escribió de nuevo, diciendo, ‘no estoy acá para pelear con ellos, quiero conocerlos y amarlos, quiero llegar a ellos y tratar de guiarlos hacia una gran manera de vivir en nuestro país’. En ese momento privado, del día de su muerte, encontramos todo lo que necesitamos saber acerca de quien era Charlie Kirk realmente”, destacó Trump antes de sintetizarlo: “Era un misionario con un noble espíritu y un gran, gran propósito. No odiaba a sus oponentes, quería lo mejor para ellos”.
A pesar de exaltar esta cualidad, no pudo evitar reconocer que no la encontraba en él mismo: “Ahí es donde no estoy de acuerdo con Charlie. Odio a mis oponentes y no quiero lo mejor para ellos. Perdón. Perdón Erika”. Incluso profundizó acerca de cómo esto era contrario a la memoria del activista asesinado, mientras miraba al cielo: “Charlie está enojado. Miren eso. Está enojado conmigo porque él no quería demonizar a nadie. Estaba interesado en persuadir a todos de sus ideas y principios que creía buenos, correctos y verdaderos. Antes de cada aparición pública, rezaba estas palabras: ‘Dios, usame para tu voluntad’. Usame para tu voluntad. Y eso es exactamente lo que Dios hizo cuando lo pensás”.
El mandatario señaló que “a medida que Charlie tenía más éxito, su misión se hacía más peligrosa (…) su búsqueda de diálogo abierto encontraba odio amenazante”. Entonces vinculó el clima hostil que a veces generaban las apariciones de Kirk con una acción coordinada de actores desestabilizantes: “Muchas de estas personas, por cierto, reciben mucho dinero para hacer esto. Son agitadores pagos. Acuérdense de eso cuando vean que todos tienen el mismo cartel hermosamente impreso, salido de una impresora de lujo. Esos no los hacen en los sótanos de alguien. Los pagan personas muy malas”.
En una amenaza velada que no pasó desapercibida para quienes temen que se use el poder del gobierno federal para perseguir opositores, Trump prometió entonces “averiguar a través del Departamento de Justicia quienes son estas personas”.
Te puede interesar: Trump sugiere quitar del aire a emisoras de TV críticas de su mandato, tras el asesinato de Charlie Kirk












