La semana pasada, finalizó el ejercicio militar trilateral multidominio, Freedom Edge, del que participaron Estados Unidos, Japón y Corea del Sur; sin embargo, fue llamativo a nivel internacional que Washington formara parte de las maniobras sin desplegar ninguno de sus portaaviones. El ejercicio, que finalizó el pasado 19 de septiembre, fue el tercero de este tipo entre los tres aliados.

La omisión del portaaviones puede ser temporal, aunque es interpretado por algunos analistas como una señal de apaciguamiento hacia China. Además, ocurre en un momento en que Corea del Sur y Estados Unidos buscan reabrir canales de diálogo con Corea del Norte, mientras China refuerza sus vínculos con Rusia. cada gesto cuenta. Y en geopolítica, lo que no se muestra también comunica.
Diferencias con ediciones anteriores: menos despliegue, más cálculo estratégico
A grandes rasgos, la edición más reciente de Freedom Edge marcó un punto de quiebre con respecto a sus versiones anteriores. Por un lado, el ejército surcoreano insistió en que el objetivo principal del ejercicio era “disuadir y responder a las amenazas nucleares y de misiles de Corea del Norte”, mientras que la referencia explícita del Mando Indo-Pacífico estadounidense a la primera cadena de islas reveló una ampliación del enfoque estratégico.
Esta modificación discursiva hace hincapié en cómo Estados Unidos amplía el teatro de operaciones más allá de lo pautado con sus aliados. Además, esta línea de defensa se extiende desde Japón hasta Filipinas pasando por Taiwán, crucial para Pekín y su influencia de poder en el Pacífico occidental.

Por otro lado, desde Seúl, un oficial militar deslizó que la ausencia de una capacidad naval estadounidense tan importante podría deberse a cuestiones logísticas, dado que dos grupos de ataque de portaaviones fueron asignados a Medio Oriente. Pero la decisión puede leerse también como un gesto de distensión hacia China y Corea del Norte, considerando que Trump intenta reabrir el diálogo con Pyongyang y “armonizar” sus relaciones con Pekín.
La omisión del portaaviones, en ese contexto, se vuelve aún más elocuente. Mientras que en junio de 2024 el USS Theodore Roosevelt encabezó la demostración naval y en noviembre se sumó el USS George Washington, esta vez ningún portaaviones estadounidense participó del simulacro.
¿Gesto hacia Pekín o presión sobre los aliados?
La decisión de Estados Unidos de no desplegar portaaviones en el ejercicio Freedom Edge marca un giro táctico, ya que, a diferencia de las ediciones anteriores, el músculo naval estadounidense fue protagonista. Esta vez Washington optó por una presencia más contenida.
Analistas interpretan esta maniobra como una advertencia encubierta a sus socios asiáticos para que aumenten sus prácticas y esfuerzos en contener a China dentro de la primera cadena de islas. Esta zona es clave para reducir la proyección militar de Pekín, por lo que la ausencia del portaaviones podría ser una forma de presión.

Para algunos expertos, la decisión de no desplegar un portaaviones responde a una lógica de apaciguamiento desde Trump hacia Pekín. Según Benjamin Barton, de la Universidad de Nottingham, “la rapidez con la que se retractó de la escalada de sanciones comerciales en busca de un acuerdo con China es testimonio de esa nueva bilateralidad. La exclusión del portaaviones puede interpretarse como parte de ese mismo gesto”. Otros, en cambio, creen que Trump insiste en que Japón y Corea del Sur deben aumentar su contribución a la estrategia de contención, utilizando la ausencia del portaaviones como un mensaje: si quieren seguir contando con el respaldo naval de Washington, deberán asumir un rol más activo en el equilibrio regional.
Sobre esto último, cabe destacar que la administración Trump ha estado presionando a sus aliados asiáticos para que inviertan más en sus ejércitos. En varias ocasiones, ha solicitado que el gasto en defensa aumente al menos al 3,5% de su PBI, mientras que el subsecretario estadounidense de Defensa para Política, Elbridge Colby, ha exigido a Japón y Australia que aclaren qué papel desempeñarían si Washington y Pekín se involucraran militarmente en Taiwán.
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