La última ofensiva terrestre de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en Ciudad de Gaza enfrenta crecientes cuestionamientos sobre su eficacia estratégica y el impacto que podría tener sobre los rehenes aún en manos de Hamás. Un informe de The Jerusalem Post publicado el 21 de septiembre sostiene que el control territorial alcanzado hasta ahora no garantiza avances decisivos en los objetivos de guerra, mientras que la situación de los cautivos se vuelve cada vez más crítica.
La ofensiva de Gaza y sus límites operativos
Desde mediados de septiembre, la División 162 del Ejército israelí intensificó sus maniobras en el corazón de Gaza, con la expectativa de presionar a Hamás y reducir su capacidad de combate. Sin embargo, analistas advierten que el control territorial por sí solo no asegura logros estratégicos: la dirigencia de Hamás mantiene intacto su poder de negociación gracias a los 48 rehenes que continúan bajo su custodia.

El cálculo es claro: aunque perder territorio erosiona la capacidad política de Hamás de presentarse como autoridad en Gaza, la posesión de rehenes sigue siendo el elemento decisivo que frena cualquier colapso total del grupo islamista.
La ofensiva, además, se ve obstaculizada por dos factores adicionales: la fuga de combatientes hacia zonas periféricas junto a la población desplazada —más de 500.000 gazatíes abandonaron la ciudad en las últimas semanas— y la escasez de blancos de alto valor. Los reportes diarios de las FDI, que en 2023 y 2024 hablaban de decenas o cientos de bajas enemigas por día, ahora se limitan a la eliminación de pequeños grupos o la incautación de depósitos de armas.
La propaganda de Hamás y los rehenes como carta de negociación
En paralelo a la ofensiva, Hamás difundió una imagen propagandística en la que se muestran los rostros de los 48 rehenes israelíes aún retenidos en Gaza. En la placa, todos aparecen bajo el nombre de Ron Arad, piloto de la Fuerza Aérea israelí desaparecido en 1988, lo que constituye un mensaje simbólico sobre el destino incierto de los cautivos.

El comunicado de las Brigadas Ezeldín al Qasam acusó al primer ministro Benjamin Netanyahu de rechazar un acuerdo de alto el fuego que incluía la liberación de los rehenes y responsabilizó al jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, por avanzar con la ofensiva a pesar de su supuesta oposición interna.
Hamás reiteró su disposición a liberar a todos los rehenes bajo condiciones: un alto el fuego, la retirada de las tropas israelíes y la habilitación de corredores humanitarios. Sin embargo, las negociaciones mediadas por Estados Unidos, Qatar y Egipto permanecen estancadas.
El factor Trump y la presión internacional
El presidente estadounidense, Donald Trump, afirmó que la ofensiva en Ciudad de Gaza “representa un mayor riesgo para los rehenes”, aunque también podría derivar en su eventual liberación. Washington sigue apostando a la mediación regional, aunque no descarta presionar a Netanyahu para explorar acuerdos puntuales.
Mientras tanto, voces internacionales se suman al debate. El ex presidente español Felipe González pidió públicamente a Hamas la liberación inmediata de los cautivos y advirtió que la negativa del grupo solo fortalece la posición del gobierno israelí. González también criticó la estrategia de Israel, llegando a calificar la situación en Gaza como un proceso de “limpieza étnica” y cuestionando la viabilidad de un Estado palestino fragmentado territorialmente.

Un conflicto prolongado e incierto
Las alternativas para Israel parecen limitadas: o se negocia un acuerdo que incluya la liberación de rehenes, o se intenta una operación simultánea de fuerzas especiales con alto riesgo de fracaso. La otra opción es mantener una presencia militar sostenida durante años, con incursiones regulares para debilitar la infraestructura de Hamas.
En cualquiera de los escenarios, el análisis coincide en que la conquista de territorio urbano por sí sola no alcanzará para desarticular la estructura del grupo islamista. Por el contrario, podría prolongar el conflicto y aumentar el costo humanitario en Gaza, donde el control social de Hamas se mantiene gracias al temor y a la ideologización de amplios sectores de la población.
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