El reciente ingreso de drones de Rusia a Polonia hizo a muchos preguntarse si Europa podría involucrarse aún más en la guerra de Ucrania.
El episodio ocurrió durante la madrugada de este miércoles, mientras se producía un nuevo bombardeo ruso con más de cuatrocientos drones sobre Ucrania. Según el presidente de este país, Volodímir Zelensky, al menos ocho aparatos del tipo Shahed -diseñados por Irán- se desviaron de su curso para internarse en Polonia, uno de los aliados más firmes que el gobierno de Kiev tiene en su vecindad.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, no dio cifras pero dijo que el avance ruso involucró un “enorme número” de drones. También señaló que se trata de la primera vez que este tipo de armas se derriban sobre el territorio de un estado miembro de la OTAN. “Lo más probable es que estemos ante una provocación a gran escala”, dijo Tusk en la televisión polaca, después de una reunión de emergencia de la Oficina de Seguridad Nacional de Polonia. Más adelante, calificó la situación como “muy grave”, y subrayó que su país está dispuesto a repeler este tipo de ataques.
Los drones fueron derribados con aviones de Polonia y también aeronaves de Países Bajos, Italia y Alemania, todos aliados de la OTAN que contribuyeron a las operaciones defensivas. No se reportaron heridos, aunque la falta de precedentes de una agresión similar desde el comienzo de la guerra en Ucrania encendió las alarmas en Varsovia pero también en Bruselas, donde están los cuarteles generales de la alianza transatlántica.
¿Una nueva escalada en la guerra de Ucrania?
El ingreso de drones rusos a Polonia constituye una nueva provocación que tantea los límites de la alianza entre Estados Unidos y la mayor parte de los países de Europa. El Tratado del Atlántico Norte establece en su artículo quinto que un ataque sobre uno de los países miembros puede interpretarse como un ataque sobre todos, lo que puede desencadenar una operación militar masiva para asistir en ayuda del estado agredido.
Textualmente, sostiene: “si tal ataque se produce, cada una de los estados miembros, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ayudará a la parte o partes atacadas, adoptando seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer la seguridad en la zona del Atlántico Norte“.

Sin embargo, esta cláusula solo ha sido invocada una vez desde la firma del Tratado en 1949: después de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos. Además, el lenguaje laxo de la formulación hace que el contenido de las acciones recaiga sobre los mismos estados, que tienen margen para decidir sus acciones, sobre todo en casos grises como la provocación que Rusia protagonizó en Polonia.
En cambio, Polonia informó su decisión de invocar el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, que establece que “las Partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las Partes fuese amenazada”.

A partir de estos encuentros, es de preverse que se intensificarán los pedidos de explicaciones sobre Moscú, así como los llamados al rearme europeo en general y polaco en particular. Pero es difícil imaginar que, mientras se realizan negociaciones de alto al fuego en la guerra de Ucrania, los países de la OTAN -entre los que Estados Unidos tiene la voz cantante- profundicen su involucramiento en el conflicto a partir de este evento con un mayor despliegue de tropas o la decisión de trasladar estos efectivos a Ucrania.
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