China se prepara para mostrar su fuerza en el desfile militar más grande de su historia, liderado por Xi Jinping, en un evento que busca consolidar la visión china de un nuevo orden mundial. El evento del 3 de septiembre reunirá a más de 20 líderes internacionales, incluidos Vladímir Putin y Kim Jong Un, en una exhibición de poder militar y diplomático sin precedentes. Con un gasto estimado de 5.000 millones de dólares, Pekín aspira a proyectar su influencia global y desafiar la narrativa occidental sobre el papel de China en la geopolítica mundial.
Un desfile que redefine el equilibrio global
El desfile militar del 3 de septiembre en Pekín se perfila como el más imponente en la historia de China. Con motivo del 80º aniversario de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, el evento contará con la presencia de más de 20 líderes internacionales, incluidos Vladímir Putin, Kim Jong Un y Masoud Pezeshkian, en una demostración de unidad frente a Occidente. Para Xi, este suceso representa una oportunidad estratégica para consolidar a China como pilar central de un nuevo orden mundial multipolar, en un contexto marcado por tensiones comerciales, disputas territoriales y el declive del liderazgo estadounidense.

La escenificación del poder militar incluirá la exhibición de misiles hipersónicos, drones avanzados y otras tecnologías de última generación, con el objetivo de mostrar la capacidad de China para igualar, e incluso superar, a sus rivales estratégicos. Además, la presencia de líderes de Asia Central, Medio Oriente y Sudeste Asiático refleja los avances de Pekín en la construcción de una red diplomática que desafía el orden internacional dominado por Occidente. En palabras de analistas, el evento simboliza la ambición de Xi Jinping de posicionar a China no solo como potencia regional, sino como arquitecto del futuro geopolítico global.
La apuesta diplomática de Kim Jong Un en Pekín
La presencia de Kim Jong Un en el desfile militar de China marca un giro trascendental para la diplomacia norcoreana. Es la primera vez en 66 años que un líder de Corea del Norte asiste a una parada de estas dimensiones y, además, lo hace flanqueando a Xi Jinping y Putin, proyectando la imagen de un eje de poder que desafía abiertamente a Occidente. Para Kim, el evento representa una plataforma única para fortalecer su legitimidad como potencia nuclear, expandir su red de contactos diplomáticos y enviar un mensaje claro a Washington. Pyongyang cuenta con el respaldo tácito de Pekín y Moscú en la redefinición de un nuevo orden mundial.

Expertos señalan que la visita de Kim no solo persigue beneficios políticos, sino también estratégicos y económicos. En un contexto de fuertes sanciones internacionales, el acercamiento a China busca garantizar asistencia financiera y abrir potenciales acuerdos de cooperación militar, aunque estos se realicen discretamente para evitar conflictos con la ONU. La posibilidad de negociar ventas de armas con países como Rusia, Irán, Myanmar y Pakistán, históricos compradores del arsenal norcoreano, refuerza la apuesta de Kim por consolidar su influencia regional.
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