La embajada de China en Argentina cruzó a la representante de Taiwán en nuestro país, Florencia Hsie, en un contrapunto diplomático que tuvo como eje el status de la isla, que se autogobierna desde 1949, pero es reclamada por el país asiático como “una parte inalieanable” de su territorio.
La postura oficial del gobierno de la República Popular China sobre Taiwán apareció expresada en un comunicado emitido por su embajada en Argentina, donde señalaron que “la reunificación completa de la patria es una aspiración compartida y una responsabilidad sagrada para todos los chinos”.
“Taiwán pertenece a todo el pueblo chino, y su futuro solo puede y debe ser decidido por la voluntad conjunta de los más de 1.400 millones de chinos, incluidos los compatriotas taiwaneses, y nunca por un reducido grupo de fuerzas secesionistas”, reforzaron. Entre estas últimas ubicaron al gobierno que representa Hsie -no reconocido por China continental- a quien acusaron de difundir en los medios argentinos “sus falacias secesionistas, que ignoran la historia y distorsionan los hechos, exponiendo la clara intención de dividir a China y socavar la base política de las relaciones entre China y Argentina”.
El origen del contrapunto entre diplomáticos de China y Taiwán en Argentina
El comunicado de la embajada china en Argentina surgió en referencia a un artículo recientemente firmado por Hsie, titulado “Taiwán ante la historia: la soberanía no puede ser distorsionada”. En esta pieza de opinión, la representante de la “Oficina Comercial y Cultural de Taipéi en Argentina” respondía a su vez a los argumentos que el embajador argentino en China, Wang Wei, publicó recientemente en distintos medios en una publicación con el título “Recordar la historia, apreciar la paz: a 80 años de la victoria China sobre Japón”.
Allí, Wei expresó que “el retorno de Taiwán a China fue uno de los logros trascendentes” de la victoria de este país en la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que en Asia comenzó en 1937, con la invasión continental por parte del Imperio del Sol Naciente. En 1951, un Japón bajo la influencia de Estados Unidos -que enfrentaba a su vez el ascenso del Partido Comunista Chino en el marco de la Guerra Fría- firmó el Tratado de San Francisco, donde retrotrajo sus fronteras a las existentes en 1854 y renunció así a la soberanía sobre Taiwán, conquistada en 1895 durante la primera guerra sino-japonesa.

Para entonces, Taiwán ya había recibido a los exiliados del gobierno nacionalista chino del Kuomitang, que había sido derrotado por los comunistas en la Guerra Civil que concluyó con la proclamación de la República Popular China en 1949. Estos disidentes, cuyo primer líder fue Chiang Kai-shek, dominaron la política de la isla hasta el año 2000, cuando los taiwaneses empezaron a nombrar a sus representantes a través de elecciones democráticas.
Sin embargo, desde la embajada argentina en China manifestaron que “el denominado Tratado de San Francisco carece de legitimidad y validez, pues fue suscrito tras la Segunda Guerra Mundial en el marco de una reconciliación unilateral de algunos países con Japón, sin la participación de la República Popular China, y en abierta contradicción con la Carta de las Naciones Unidas y los principios fundamentales del Derecho Internacional”.
En cambio, desde la representación oficial del país asiático en nuestro país defienden la validez de otros pronunciamientos internacionales, hechos por los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, como la Declaración de El Cairo, la Proclamación de Potsdam -donde participó Chiang Kai-shek- y los Términos de Rendición de Japón.
Pero los funcionarios de Taipéi calificaron tales precedentes como “declaraciones políticas”, cuya validez legal fue reemplazada por el mencionado Tratado de San Francisco. En dicho tratado, argumenta Hsie, “Japón renunciaba a Taiwán y a las islas Pescadores, pero en ningún momento transfirió su soberanía a la República Popular China (RPC). La RPC, fundada en 1949, jamás ha gobernado Taiwán ni ejercido soberanía sobre la isla”.
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