El presidente surcoreano, Lee Jae-Myung, declaró que Corea del Sur ya no puede mantener la clásica postura de seguridad con Estados Unidos y economía con China. Desde Washington, subrayó que la creciente rivalidad entre estas dos potencias exige un replanteo estratégico más claro, priorizando una orientación alineada con EE.UU. para garantizar estabilidad y resiliencia a largo plazo.

Lee hizo estas afirmaciones durante un discurso en el CSIS, donde también anticipó un aumento en el gasto de defensa y la transformación del Ejército surcoreano en una fuerza “inteligente”, capaz de responder a los desafíos del siglo XXI. Estas propuestas se articularon por primera vez durante su cumbre con el presidente Donald Trump.
Sin embargo, como respuesta casi inmediata, China optó por la cautela. El portavoz oficial del Ministerio de Exteriores instó a que la relación con Corea del Sur continúe “estable y saludable”, advirtiendo sobre la tentación de permitir que terceros influyan en los vínculos bilaterales.

La profundización de la cooperación estratégica con EE.UU. fue visible también en el terreno energético, donde ambos gobiernos acordaron avanzar en una colaboración nuclear de largo plazo, fortaleciendo aún más los lazos bilaterales.
Este giro en la política exterior tiene lugar en un contexto regional complejo, marcado por presiones en las cadenas de suministro globales, tensiones por la competencia estrategia entre EE.UU. y China, y la amenaza persistente de Corea del Norte. Lee apuesta por un enfoque pragmático que privilegie la seguridad y la estabilidad económica, superando la diplomacia del equilibrio tradicional.
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