El Informe N.º 144 confirma que el Gobierno argentino mantiene contactos técnicos con el Reino Unido en materia de defensa. Según lo informado, estas conversaciones buscan reducir tensiones, explicar el plan de modernización militar argentino, discutir la política de veto británica y explorar medidas de confianza mutuas en el Atlántico Sur, sin implicar concesiones sobre la soberanía ni nuevos acuerdos de cooperación.
La aclaración oficial insiste en que no existen nuevos acuerdos de cooperación ni concesiones sobre la soberanía argentina. Sin embargo, el solo hecho de reconocer formalmente un canal de diálogo con una potencia que mantiene una ocupación ilegal en Malvinas genera preguntas inevitables: ¿hasta dónde puede avanzar un “contacto técnico” sin que se convierta en un retroceso político en el histórico reclamo argentino?

Qué se discute y qué no
Desde el Ministerio de Defensa remarcan que no existen acuerdos formales con Londres, sino un esquema de intercambios protocolares e institucionales. En la práctica, se reabrieron canales básicos de diálogo, luego de años de contactos interrumpidos, con un enfoque de “prudencia estratégica” que combina firmeza en el reclamo por Malvinas con cautela en la relación militar.
El punto de fondo es el veto británico al reequipamiento militar argentino, que históricamente limitó la adquisición de sistemas de defensa por la vía de licencias de exportación y presiones sobre terceros países. A diferencia de gobiernos anteriores que aceptaron el veto como un obstáculo insuperable, la actual gestión sostiene que su estrategia es superar esa restricción estructural, diversificando proveedores, blindando cadenas de repuestos y priorizando plataformas sin componentes críticos de origen británico.
El caso F-16 y el impacto sobre el embargo
La compra de 24 aviones F-16 de origen danés, con aval de Estados Unidos, se convirtió en el ejemplo más concreto de este cambio de enfoque. Según lo confirmado oficialmente, la operación no sufrió restricciones británicas y el sistema podrá operar en cualquier área de interés nacional, lo que representa un quiebre en la lógica del embargo.

Mientras la Argentina intenta abrir vías técnicas de diálogo, el Reino Unido mantiene y refuerza su dispositivo militar en las Islas Malvinas, con el despliegue de cazas Eurofighter Typhoon, el sistema antiaéreo Sky Sabre, un despliegue militar de tropas que rota constantemente, patrulleros navales y un componente logístico de alerta permanente en la base militar en las islas. Este escenario constituye el principal condicionante para cualquier eventual flexibilización del veto, dado que Londres sostiene una postura robusta de disuasión en el Atlántico Sur.
Una nueva estrategia con riesgos políticos
El Informe 144 deja ver un cambio de enfoque: sostener el reclamo en foros como la ONU y la OEA, pero habilitar conversaciones discretas con Londres para gestionar tensiones y asegurar el reequipamiento militar. Para el gobierno, a través del informe, se trata de “profesionalizar” la agenda de defensa y recuperar décadas perdidas. Para los críticos, en cambio, es un movimiento peligroso: la despriorización del reclamo soberano en el terreno político podría, a largo plazo, debilitar la posición argentina en la disputa por las islas.
Incluso las declaraciones del presidente Javier Milei, al señalar que “la soberanía se recuperará cuando los isleños quieran ser argentinos”, alimentan la idea de que la diplomacia argentina está virando hacia un enfoque más pragmático y menos confrontativo. La pregunta es si esa estrategia no termina validando, aunque sea de manera tácita, la narrativa británica de autodeterminación que la Argentina históricamente rechazó.

En este contexto, las conversaciones técnicas con Londres representan un ensayo de equilibrio complejo: por un lado, mantener activo el reclamo histórico sobre las islas; por el otro, asegurar que las Fuerzas Armadas dispongan de los medios necesarios para enfrentar los desafíos estratégicos de un Atlántico Sur cada vez más disputado.
Las conversaciones técnicas pueden abrir ventanas de oportunidad logística, pero también corren el riesgo de ser leídas como un aflojamiento del reclamo soberano. En definitiva, el verdadero desafío será demostrar que es posible fortalecer el instrumento militar argentino sin ceder terreno en el plano político.
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