A casi una semana de la cumbre en Alaska entre Donald Trump y Vladimir Putin, las expectativas de un avance decisivo hacia la paz en Ucrania se desvanecen. Las promesas del presidente estadounidense sobre acuerdos inminentes no se han materializado y la distancia entre Moscú y Kiev sigue siendo profunda.
Un balance tras la cumbre de Alaska
El encuentro, celebrado como “histórico” por la Casa Blanca, fue presentado como un punto de inflexión en la guerra. Según la narrativa oficial, Rusia habría aceptado garantías de seguridad occidentales para Ucrania y se esperaba una pronta reunión entre Putin y Volodímir Zelenski. Sin embargo, el escenario actual muestra otra realidad: no hay cese del fuego, no existe un acuerdo territorial y los bombardeos rusos sobre ciudades ucranianas continúan con intensidad.

Europa, que ha presionado para influir en Trump tras una visita de líderes al Salón Oval, mantiene cierto optimismo en que Washington garantice compromisos de seguridad para Kiev. Zelenski, que volvió a reunirse con Trump sin recibir presiones públicas, intentó transmitir moderado optimismo. Pero el trasfondo revela que las posiciones de ambas partes se mantienen irreconciliables.
Territorio: la línea roja de Kiev
En Alaska, Trump sugirió un “intercambio de territorios” para alcanzar un acuerdo. Putin, convencido de su ventaja en el campo de batalla, exigió que Ucrania entregue más de 2.500 millas cuadradas en el Donbás, además de reconocer formalmente la anexión rusa de esa región y de Crimea.
A cambio, Rusia podría devolver alrededor de 660 millas cuadradas en áreas de menor relevancia estratégica. Para Moscú, el objetivo es consolidar legalmente la soberanía sobre los territorios ocupados desde 2014 y 2022, algo inaceptable para Zelenski. El presidente ucraniano ha reiterado que su país no reconocerá ninguna cesión de soberanía ni legitimará ocupaciones militares.
Garantías de seguridad: el núcleo del debate
Un punto clave es la discusión sobre garantías de seguridad para Ucrania en un eventual escenario de posguerra. Mientras emisarios de Trump sugirieron que Putin aceptaba un sistema de protección “similar al de la OTAN”, el canciller ruso Serguéi Lavrov desmintió categóricamente esa versión.

Londres y París impulsan una “coalición de los dispuestos” para establecer una fuerza de alrededor de 15.000 efectivos en el oeste de Ucrania, con el objetivo de reforzar la defensa y reentrenar a un ejército ucraniano que ya moviliza a casi 900.000 soldados. Sin embargo, la logística, los costos y la duración de esta presencia siguen siendo incógnitas.
Expertos como Eric Ciaramella, de la Carnegie Endowment, señalan que cualquier esquema sin compromiso militar directo de Estados Unidos sería poco creíble: “Es como pedir un pancho sin salchicha”, graficó, cuestionando la falta de un equivalente real al Artículo 5 de la OTAN.
Las cumbres que no llegan
Trump planteó la necesidad de un encuentro directo entre Putin y Zelenski, con la posibilidad de sumarse él mismo en una segunda instancia. El Kremlin, en cambio, desestimó esa posibilidad inmediata y reclamó un proceso “paso a paso”, con negociaciones preliminares de bajo nivel.
El trasfondo es político: Putin no reconoce la legitimidad de Zelenski ni de la propia Ucrania como Estado soberano. Para Moscú, una reunión bilateral sería aceptable solo en condiciones de capitulación. Zelenski, por su parte, mantiene su disposición al diálogo para mostrar a la comunidad internacional que es Putin quien rechaza la paz.

Cese del fuego: un objetivo esquivo
El tema del alto al fuego refleja la asimetría en las posiciones. Trump, inicialmente favorable a una tregua inmediata, se inclinó luego por la estrategia rusa de negociar primero un tratado de paz. Esto permitiría a Moscú mantener su ofensiva mientras gana terreno en el Donetsk.
Zelenski y los socios europeos insisten en un cese del fuego como condición para cualquier negociación seria, pero Trump aún no respalda esa postura. La falta de acuerdo deja el conflicto en una peligrosa prolongación.
Balance general
La cumbre de Alaska exhibió más promesas que resultados. El optimismo de Trump contrasta con la realidad de un conflicto que sigue devastando a Ucrania. Las diferencias en torno al control territorial, las garantías de seguridad y el formato de negociación muestran que, lejos de acercarse, las posiciones de Rusia y Ucrania permanecen en extremos opuestos.
El propio Trump reconoció en una entrevista televisiva que se trata de “la guerra más difícil” y que había subestimado su complejidad. Una admisión que confirma lo evidente: pese al ruido diplomático, la paz entre Rusia y Ucrania continúa siendo una meta lejana.
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Si termina la guerra, se van a saber muchas cosas que no convienen. La otra opción es combatir haste el último ucraniano. Asi nadie puede contar la historia.