Un reciente análisis estratégico advierte que las propuestas para implementar un plan de paz en Ucrania, actualmente debatidas en Europa y Estados Unidos, podrían tener el efecto contrario al esperado: aumentar el riesgo de una confrontación directa con Rusia y, en el peor escenario, escalar hacia una Tercera Guerra Mundial.
El dilema de las fuerzas de paz
Con Donald Trump, Volodímir Zelenski y Vladímir Putin moviéndose hacia un esquema de negociación, los mandos militares de Reino Unido, Francia y Estados Unidos ya discuten la posibilidad de desplegar tropas sobre el terreno para garantizar un eventual alto al fuego.

A diferencia de las operaciones tradicionales de cascos azules, no se trataría de una fuerza neutral, sino de lo que especialistas como Lawrence Freedman, profesor emérito de estudios de guerra en el King’s College de Londres, definen como un “tripwire force”: un contingente cuya mera presencia actuaría como disuasivo, ya que cualquier ataque ruso que causara bajas obligaría a Occidente a responder militarmente.
Este esquema plantea un dilema crítico: sin reglas de enfrentamiento claras, la línea entre misión de paz y participación activa en la guerra puede volverse difusa. Experiencias previas en Bosnia, Kosovo o Ruanda muestran que mandatos ambiguos han derivado en graves tragedias humanitarias.
Preguntas sin respuesta: cuándo y cómo intervenir
Expertos como el coronel británico Bob Stewart, veterano de Bosnia, advierten que sin un mandato preciso sobre cuándo abrir fuego, las tropas pueden quedar atrapadas entre la inacción y la escalada bélica. “Si se envían soldados británicos a Ucrania, hay que estar absolutamente seguros de lo que se les pide”, sostuvo.

La cuestión central es si esas fuerzas podrán actuar únicamente en defensa propia o también para proteger civiles frente a ataques rusos. El precedente de Srebrenica en 1995 —cuando los cascos azules no evitaron la masacre de 8.000 personas— evidencia el riesgo de un diseño operativo insuficiente.
Limitaciones europeas y la incógnita estadounidense
Otro de los desafíos es numérico. Para mantener una fuerza permanente de 15.000 efectivos, se necesitaría un compromiso de al menos 45.000 soldados, entre rotaciones, descansos y entrenamiento. Ni Francia ni Reino Unido cuentan hoy con esa capacidad, incluso sumando aportes de aliados como Australia o Japón.
El “factor Estados Unidos” se convierte, por tanto, en decisivo. Ante la negativa de Trump a enviar tropas terrestres, Londres propuso un esquema de respaldo aéreo norteamericano desde países limítrofes. Si bien inicialmente Washington rechazó la idea, esta semana el propio Trump admitió que podría “ayudar con poder aéreo”, lo que sugiere un eventual rediseño del plan.

Lecciones de la OSCE y la paradoja de la paz
El antecedente más cercano a una misión de verificación fue la presencia de observadores de la OSCE entre 2014 y 2022, que documentaron violaciones a los acuerdos de Minsk. Sin embargo, carecían de herramientas para sancionar incumplimientos, lo que permitió a rusos y ucranianos manipular su accionar.
La paradoja es evidente: mientras los cascos azules necesitan del compromiso de las partes para sostener un cese del fuego, el modelo de “fuerza de disuasión” en Ucrania implica que cualquier provocación podría convertirse en un detonante de guerra directa entre Rusia y Occidente.
¿Una paz bajo amenaza?
El concepto de “fuerzas de garantía” se acerca más a un mecanismo de riesgo compartido que a una misión clásica de paz. La sola muerte de un soldado europeo o estadounidense en suelo ucraniano podría obligar a la OTAN a responder, poniendo en jaque la estabilidad global.
En palabras de Freedman, se trata de “una estrategia de rehenes”: al exponer tropas occidentales, se aumenta la probabilidad de una reacción. Para el Kremlin, esto supone un costo adicional en caso de reiniciar hostilidades; para Occidente, el riesgo de una escalada incontrolable.
La conclusión es clara: más allá de los discursos diplomáticos, el diseño del plan de paz enfrenta una contradicción fundamental. Si carece de contundencia, será ineficaz; si es demasiado robusto, puede arrastrar al mundo a un conflicto a gran escala.
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