Un nuevo episodio volvió a poner en primer plano la disputa marítima entre China y Filipinas: un buque de guerra chino colisionó con una nave de su propia guardia costera mientras perseguía a un barco patrullero filipino cerca del Banco Scarborough.
Según la Guardia Costera Filipina, el incidente ocurrió mientras escoltaban embarcaciones que llevaban ayuda a pescadores de la zona. El buque BRP Suluan, objetivo de la persecución, habría sido hostigado previamente con cañones de agua, maniobra que logró evadir antes de que se produjera la colisión entre las dos naves chinas.

Manila acusó a Pekín de “maniobras peligrosas” e “interferencia ilícita” en una operación de reabastecimiento, mientras que China sostuvo que actuó “conforme a la ley” para expulsar a embarcaciones que, según su versión, había “invadido” sus aguas.
Un patrón de choques y confrontaciones
El episodio del Scarborough no es un hecho aislado. En mayo, la Guardia Costera china fue acusada de usar cañones de agua contra el pesquero filipino BRP Datu Sanday y de causar daños estructurales durante una misión científica cerca del Cayo Pag-asa 2.

En abril, la tensión aumentó cuando China izó su bandera sobre Sandy Cay, en el archipiélago Spratly, en una operación de control marítimo que fue respondida simbólicamente por Filipinas con su propio acto de afirmación soberana en islas cercanas. El gesto generó preocupación en Washington, que lo calificó como una amenaza a la estabilidad regional.
Movimientos militares y nuevas alianzas
La fricción marítima ha coincidido con un refuerzo de los vínculos de defensa de Filipinas. En abril y mayo, Manila realizó ejercicios navales bilaterales con India en su zona económica exclusiva, un hito que provocó una protesta diplomática china.
Estos ejercicios se enmarcan en la estrategia filipina de diversificar apoyos en el Indo-Pacífico, reforzada por la adquisición de misiles BrahMos como parte de un programa de modernización militar de 35.000 millones de dólares.

Este despliegue simultáneo de fuerzas navales rivales refleja la creciente militarización de un espacio por donde transita más del 60% del comercio marítimo mundial.
El presidente filipino Ferdinand Marcos Jr. ha prometido mantener la presencia de patrulleras en las zonas en disputa y no descarta que su país se vea involucrado en un eventual conflicto por Taiwán. Pekín le acusó de “jugar con fuego” por esas declaraciones, mientras Manila insiste en que defiende su soberanía y derechos en su zona económica exclusiva.
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