Bolivia atraviesa una crisis triádica: política, institucional y social. Tres planos en tensión constante que llevaron al país a un punto de ebullición, donde cualquier hecho puede rebalsar el agua de la olla. En este escenario, el próximo domingo 17 de agosto se celebrarán elecciones presidenciales. Ocho son los aspirantes habilitados por el Tribunal Supremo Electoral, pero sin la figura histórica de la izquierda boliviana: Evo Morales, tras ser declarado inelegible, y viviendo en el Trópico de Cochabamba, donde trama su estrategia de cara a unos comicios que pueden marcar un giro de época.
Los candidatos presidenciales son Samuel Doria Medina, Jorge “Tuto” Quiroga, Manfred Reyes Villa, Rodrigo Paz Pereira, Jhonny Fernández, Pavel Aracena, Andrónico Rodríguez, Eduardo del Castillo. Sin embargo, las encuestas muestran que la pelea real se concentra entre dos nombres.

En primer lugar, se encuentra Samuel Doria Medina (Unidad Nacional-Centroderecha), proveniente del sector privado, exministro de Planificación en los noventa, y el principal desafiante para el movimiento de Evo, el MAS.
En segundo lugar, Jorge “Tuto” Quiroga (Libre-Derecha), expresidente de Bolivia entre 2001 y 2002, y principal arremetedor contra el Movimiento Al Socialismo. Uno más cerca que el otro en el espectro de la derecha, pero que encabezan encuestas y aventajan a la izquierda.
Más atrás en las encuestas, aparece Andrónico Rodríguez (Alianza Popular-Izquierda) un joven aspirante de 36 años, presidente del Senado, desde 2020 considerado por algunos el heredero político de Evo, no repunta en los sondeos, y paga los platos rotos de la ruptura en la izquierda boliviana, generada por el enfrentamiento entre Morales y el actual presidente, Luis Arce. También juega sus cartas Manfred Reyes Villa (Autonomía Para Bolivia-Derecha), con pasado militar y empresarial, alcalde de Cochabamba entre 1994 y 2000, y busca ganarse un lugar en una eventual segunda vuelta. El tercer lugar lo disputan ambos candidatos.

Una Bolivia aislada a nivel internacional, podría tener su giro 360 si gana la derecha, tanto de Doria Medina como de “Tuto” Quiroga. Del alineamiento con Venezuela, Nicaragua, Cuba e Irán, hacia una agenda más cercana a Washington y con apertura a nuevos socios.
Doria Medina propone sacar a Bolivia del ALBA, pero mantenerla como miembro asociado del BRICS, al que ve como fuente potencial de inversiones en materia de energía, y estrechar lazos con Brasil para revitalizar la industria gasífera. Quiroga, en cambio, planea revisar la pertenencia al Mercosur, al que define como una “cárcel comercial”, para firmar tratados bilaterales con Estados Unidos, Europa y Asia.
Un ciclo de crisis y violencia
El próximo presidente heredará una inestabilidad institucional que se arrastra desde hace años. En 2019, las denuncias de fraude electoral y la renuncia de Evo Morales provocaron una ola de violencia que marcó un punto de quiebre. Ante el vacío de poder, Jeanine Áñez asumió sin quorum legislativo y en medio de cuestionamientos constitucionales. En 2020, durante su gobierno interino, nuevas movilizaciones rechazaron el aplazamiento de las elecciones.
En 2021, Áñez fue detenida y acusada de terrorismo, sedición y conspiración por su rol en 2019. El MAS convirtió su caso en bandera política, mientras la oposición denunció persecución. Ese mismo, Luis Arce ganó la presidencia para el MAS, prolongando el ciclo de izquierda, pero las divisiones internas ya germinaban.

En 2024, el regreso de Evo Morales al país estuvo marcado por un episodio de alto voltaje: un ataque armado contra su convoy, que responsabilizó al gobierno de Luis Arce. El hecho desató protestas, bloqueos y enfrentamientos con la policía. Y en mayo y junio de 2025, las bases del MAS paralizaron rutas y ciudades con el pedido de que Morales pudiera postularse. Los cortes interrumpieron el abastecimiento de combustibles y alimentos, disparando la inflación mensual por encima del 5%.
La elección del próximo 17 de agosto forma y formará parte de un episodio en el que se puede desatar una nueva ola de violencia. Desde la previa, el conjunto de datos de violencia electoral de ACLED registró 42 incidentes relacionados con las elecciones y ocho muertes reportadas relacionadas con las elecciones.
En esta misma línea, desde el entorno de Morales lanzaron advertencias de cara al resultado y eventual victoria de uno de los candidatos de derecha. “Sin Evo Morales no hay elecciones”, declaró Henry Ceballos, dirigente evista. Por otro lado, Ruth Nina, de Pan-Bol (Partido de Acción Nacional Boliviano) aseguró que “ese día, el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia y el Gobierno, en vez de contar votos, van a contar muertos”. Ambas declaraciones refuerzan la percepción de que la tensión política puede escalar en la recta final hacia los comicios, y marcar un nuevo episodio de violencia en Bolivia.
La estrategia de Evo
A la espera del 17 de agosto, Evo Morales ya diseñó una estrategia que demostraría, en caso de verse los resultados, la influencia que mantiene el líder de izquierda. Como no definió un candidato a apoyar, Morales llamó al voto nulo en los comicios presidenciales. El presidente durante 13 años de Bolivia instó a sus militantes a no marcar ninguna casilla en la papeleta, o tachar todas.

“El voto nulo no legitima el retorno de la derecha, lo denuncia por fraudulento. El voto nulo es la última opción que queda a quienes pensamos que estas elecciones son ilegítimas. Prefiero estar siempre con quienes construyeron el movimiento político más grande de nuestra historia y con quien presidió el mejor gobierno de estos 200 años” escribió Morales en su cuenta de X el pasado viernes.
Tras la declaración, las últimas encuestas registraron que entre el voto nulo, el voto en blanco y los indecisos ronda el 30% de intención de voto, más que los números que manejan todos los candidatos a la presidencia, y lo que condicionaría a la segunda vuelta.
Igualmente, detrás de esta ofensiva del evismo existe el frente judicial que enfrenta Morales, con denuncias de abuso sexual a menores y un caso de trata de personas que derivó en una orden de captura. Desde 2024, el exmandatario se mantiene en el Trópico de Cochabamba, rodeado de seguidores que lo resguardan de una posible detención.
En la región, el antecedente más cercano a un líder de izquierda inhabilitado es el de Rafael Correa en Ecuador, que desde Bélgica continúa influyendo en la política de su país, y en las últimas elecciones llamó a votar a Luisa González, que perdió ante Daniel Noboa. En Brasil, Lula da Silva, desde la cárcel de Curitiba durante la campaña de 2018, impulsó la candidatura de Fernando Haddad, que cayó en segunda vuelta ante Jair Bolsonaro – hoy bajo arresto domiciliario por su rol en el intento de golpe de Estado de enero de 2023.

Ambos casos comparten la lógica de designar un heredero política para intentar mantener viva la llama del partido político y el proyecto de país. Evo Morales rompió con esto y se apartó de esa fórmula. En lugar de bendecir a un sucesor, llamó al voto nulo como forma de expresión y de condicionar la gobernabilidad desde el arranque. Para Morales, la verdadera fuerza está en la calle, y es donde se puede definir la elección.
Las fechas importantes
El próximo 17 de agosto se llevará a cabo la primera vuelta electoral, para que un candidato gane el domingo necesita superar el 50% de los votos válidos o alcanzar al menos el 40% con una ventaja de 10 puntos sobre el segundo. Actualmente, la diferencia entre Doria Medina y “Tuto” Quiroga es de apenas 0,50 puntos, lo que llevaría el escenario electoral a una segunda vuelta, el 19 de octubre.
Tras 20 años, Bolivia tiene chances de cambiar el eje de su historia y virar hacia la derecha, en un escenario dificiil, pero que el ganador, tiene la posibilidad de obtener mayoría en el Parlamento lo que facilita la gobernabilidad del vencedor, y pone un primer obstáculo para el MAS, poniendo fin a su hegemonía.
El desenlace no se definirá solo en las escuelas de votación, sino en el conteo de votos, el traslado de las urnas, pero también en las calles y los movimientos que se generen, tras las advertencias del entorno de Morales. Gestionar un país con un MAS aún fuerte en las calles y un Morales decidido a condicionar el rumbo desde fuera del poder, será el principal desafío para quien gane la elección.













