Desde los primeros días posteriores al 7 de octubre de 2023, comenzaron a surgir denuncias que advertían sobre delitos sexuales cometidos por distintos miembros de Hamás a ciudadanas/os israelíes, durante los ataques a kibutzim y poblados cercanos a la frontera con la Franja de Gaza. El equipo de Escenario Mundial arribó a Israel en una nueva cobertura internacional, donde profundizar en las consecuencias de la “Operación Inundación de Al-Aqsa” se tornó uno de los principales objetivos. No obstante, esta arista de los conflictos armados pocas veces suele mostrarse.
Un crimen sistemático y silenciado: el Proyecto Dinah
Frente a un escenario de violencia escalonada e incertidumbre posterior, en Israel se impulsó el “Proyecto Dinah”: una iniciativa que busca documentar, visibilizar y enjuiciar la violencia sexual ejercida como táctica de guerra. En el encuentro, una de las principales partícipes del proyecto explicó las motivaciones iniciales para la creación de esta herramienta. “Rápidamente entendimos que ocurrían delitos de índole sexual y que hay necesidad de actuar”, afirmó Sharon Zagagi-Pinhas, antigua Fiscal Militar Jefe de las FDI y voceras de Dinah.

El nombre del proyecto hace referencia a Dinah, la hija de Jacob en la Biblia, considerada por la tradición judía como la primera víctima sexual. La elección no es casual: busca visibilizar las raíces profundas de la violencia sexual en conflictos armados y conectar el relato actual con una dimensión histórica y cultural.
En sus palabras, uno de los ejes centrales del proyecto es romper los patrones usuales. “Luchamos contra la negación y el silencio”, afirmó la experta, refiriéndose a la falta de reconocimiento internacional de estos crímenes. Dinah busca establecer una plataforma centralizada de información, accesible al público general, que documente cada caso con detalle, y por ello publicaron un libro detallando el proyecto, sirviendo de recopilador de estos hechos, definiendo patrones de conducta, y proponiendo principios de responsabilidad penal, tanto individual como colectiva.

Un patrón, no una excepción
La investigadora enfatizó en que “la violencia sexual como arma en la guerra no es algo nuevo”. Sin embargo, el caso del 7 de octubre representa un desafío particular por la falta de precedentes recientes en el contexto israelí, la ausencia de sobrevivientes dispuestos a testimoniar y el hecho de que las zonas afectadas no son consideradas escenas del crimen, al tratarse de escenarios bélicos.
En conjunto, estos factores entorpecen la recolección de evidencia forense y complican el proceso judicial. Pero lo que quedó claro a las investigadoras de Dinah es que las escenas del 7 de octubre descritas son consistentes: “cadáveres desnudos, parcial o totalmente, atados a muebles o maniatados, con daño en los órganos sexuales, y elementos de humillación pública y post mortem”. Para el equipo del proyecto, estos hechos no fueron espontáneos, sino sistemáticos.

Un punto crucial en este contexto recae en ampliar el alcance que normalmente se le atribuye a estos crímenes para poder dimensionar la gravedad de los acontecimientos. “Violencia sexual no es solo violación: también lo es la mutilación, la desnudez forzada, los matrimonios forzados o la depilación de zonas íntimas como forma de degradar a la comunidad”, sostuvo la entrevistada.
Quien escribe considera que esta ampliación conceptual es clave para entender la dimensión simbólica y colectiva del daño, así como también la importancia de sentar precedentes históricos en la materia. Y es que tal vez la frase más resonante de todo nuestro encuentro se resume a: “la violencia sexual es el arma más asequible y económica: no se necesitan armas ni municiones”.
Los pasos pendientes
Así como el Proyecto Dinah amplía la definición habitual de estos crímenes, también busca asignar responsabilidades. Una de las preguntas centrales de este encuentro fue cómo identificar a los responsables de este tipo de actos criminales. Desde Dinah sostuvieron que existe un principio de “sharing responsibility”: cuando un individuo forma parte de un grupo que tiene como objetivo táctico la comisión de estos crímenes, incluso si no participa directamente, puede ser considerado penalmente responsable.
Sin embargo, se aclara que esto no aplica a toda la población de Gaza, en el caso puntual del 7 de octubre, sino a quienes actuaron con conocimiento y complicidad. Otro puntapié crucial del proyecto recae en lograr una correcta recolección de pruebas, entre otros procesos, ya que en Israel no existe, por ejemplo, el juicio en ausencia: la persecución penal exige investigación profunda, identificación clara y acceso físico a los imputados.

La extensa recolección de pruebas, el reconocimiento de cuerpos y la documentación sistemática se vuelven fundamentales para sostener casos sólidos que sienten precedente internacional, el fin último de este proyecto (además, claro está, de lograr justicia por las víctimas). Porque la violencia sexual en guerra no solo afecta a la víctima directa, sino que destruye el tejido simbólico de comunidades enteras, ya que busca “dañar a la comunidad, porque son humillaciones públicas”, en palabras de la experta. Establecer la violencia sexual como arma táctica, no como desviación, obliga a las estructuras legales a adaptarse y responder frente a un crimen que no entiende de sexos, ni de géneros ni de nacionalidades, pero sí de destrucción.
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