Desde el mirador Givat Kobi, en la ciudad israelí de Sderot, la Franja de Gaza se observa a a lo lejos. Apenas 800 metros, aproximadamente, separan ambas zonas en su punto más cercano. Desde el inicio del actual conflicto, Sderot ha sido uno de los blancos de cohetes de Hamás disparados desde Gaza, y desde el 7 de octubre se convirtió en uno de los focos de tensión más latentes.
La semana pasada, Escenario Mundial recorrió este punto estratégico en el marco de una nueva cobertura internacional. Mientras se registraban nuevas incursiones en Gaza, el sonido persistente de explosiones acompañaba la visita como telón de fondo. El vestigio de los ataques era visible en las infraestructuras colapsadas, las viviendas vacías y una atmósfera de silencio hostil. La mayoría de los habitantes de Sderot debieron evacuar sus hogares por seguridad.

Y es que, efectivamente, las tensiones continúan y las operaciones siguen llevándose a cabo. A principios de esta semana, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) incrementaron sus operaciones al sur de Gaza, puntualmente en Khan Yunis, donde confirmaron la destrucción de un túnel de Hamás de 2km bajo la ciudad. Asimismo, localizaron proyectiles de mortero, granadas, explosivos y otras armas ocultas dentro de un edificio inhabitado.
En las últimas 24 horas, las FDI han atacado más de 30 objetivos vinculados a Hamás en el sur de Gaza, incluyendo departamentos y edificios operativos utilizados por el grupo terrorista para coordinar sus ataques. En el norte, concretamente en la zona de Beit Hanún, destruyeron otros túneles e intensificaron sus esfuerzos para localizar y desmantelar las infraestructuras restantes de Hamás en la zona.

En paralelo, los medios de comunicación advierten que en Gaza la situación humanitaria es crítica, y crecen las denuncias sobre la lenta llegada de estos esfuerzos. Las Naciones Unidas (ONU) y diversas ONGs informan constantemente sobre los niveles alarmantes de hambruna, de hospitales colapsados, la falta de electricidad o el acceso limitado a agua potable. Sin embargo, Israel insiste en que la ayuda humanitaria es constantemente interceptada o manipulada por Hamás, más allá de la apertura de pasos fronterizos como Kerem Shalom o Erez.
¿Reflexiones?
La catástrofe que azota Gaza no puede reducirse únicamente a cifras u objetividades, aunque la destrucción es palpable en ambos lados de la Franja. En primera persona pudo observarse que en los barrios y poblados israelíes fronterizos, como el kibutz de Nir Oz, se acumulan los escombros donde antes había escuelas, hospitales o centros comunitarios. Las casas abandonadas son también testigo del dolor que dejó la masacre del 7 de octubre, donde pareciera que el tiempo dejó de correr y sólo algunos valientes han optado por volver.

En este escenario, donde lo cotidiano se funde con la amenaza latente, la seguridad de la población quedó supeditada a una dinámica marcada por operaciones militares e incursiones nocturnas. El desplazamiento de los habitantes fronterizos que sueñan con volver a sus hogares, el colapso de servicios básicos en Gaza, ilustran, en conjunto, la dimensión humana de una guerra que irrumpe las rutinas y la cotidianeidad.
Te puede interesar: Cobertura – Narrativas en conflicto: Israel, Hamás y la batalla por la legitimidad internacional













