América del Sur se convirtió en uno de los tableros centrales de la competencia global por minerales críticos, donde EE.UU. y China luchan por asegurar suministros esenciales para sus industrias tecnológicas y militares. Países como Brasil, Argentina, Chile y Perú tienen en su subsuelo grandes reservas de litio, cobre, cobalto, grafito y tierras raras, elementos claves para sistemas de armas, vehículos eléctricos, semiconductores y redes de comunicación avanzadas.

Desde Washington, la estrategia apunta a promover el concepto de “de‑risking”, es decir, reducir la dependencia china mediante acuerdos con países latinoamericanos, inversión en capacidades de procesamiento regional y expansión del mercado estadounidense en la región. Mientras que China viene ampliando de manera creciente su influencia a través de financiamiento estatal directo y alianzas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, consolidando su control sobre la extracción y transporte de estos minerales.
En este sentido, la acumulación de minerales estratégicos no solo es vital para la transición energética, sino que adquirió una dimensión militar. Solo en EE. UU., las estructuras de defensa consideran al litio y las tierras raras como insumos imprescindibles en sistemas como misiles, radares, satélites y comunicaciones cifradas.
“Trilema de los minerales críticos”
Sin embargo, frente a este panorama que pinta una alta demanda y lluvia de inversiones por parte de las dos principales potencias del mundo, los países sudamericanos enfrentan lo que académicos denominan un “trilema de los minerales”, estos es, seguridad nacional, viabilidad económica y sostenibilidad ambiental. Todos ellos deben ser coordinados con cuidado para evitar malabarismos geopolíticos que comprometan su autonomía.
América del Sur tiene oportunidades en el juego geopolítico de China y EE.UU.
En particular, regiones como el Triángulo del Litio concentran más del 50 % de las reservas globales del metal, con una producción en crecimiento en Argentina, Chile y Bolivia. Este volumen llamó la atención de ambas potencias, que intentan incorporar a estos países como aliados estratégicos en sus cadenas de suministro.

Lo cierto es que para Brasil y Argentina, el desafío es doble: aprovechar su riqueza mineral para impulsar el desarrollo tecnológico y militar propio, mientras evitan depender exclusivamente de China o sufrir represalias comerciales de Estados Unidos.
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