El regreso de Donald Trump a la presidencia situó al Pentágono en el centro de un profundo rediseño estratégico. Desde su primer día, el mandatario anunció cambios radicales en el presupuesto de defensa, con promesas de recortes y una apuesta ambiciosa: crear un escudo de misiles espacial, presentado como “Golden Dome”. Si bien su propuesta busca contener gastos y limitar el poder del complejo militar-industrial, genera notables debates sobre el verdadero alcance de sus intenciones. ¿Está Trump iniciando una nueva era de austeridad responsable o alimentando otra carrera armamentista global?
Trump y la guerra contra el despilfarro en el Pentágono
Durante su campaña y en los primeros meses de gestión, Trump insistió en que el presupuesto de defensa estaba “inflado” y “fuera de control”. Su secretario de Defensa, Pete Hegseth, prometió reducirlo en 50 mil millones de dólares por año durante cinco años. Sin embargo, el plan esencialmente consiste en reasignarlos a nuevas prioridades estratégicas, como el refuerzo militar en la frontera y el desarrollo de tecnologías espaciales.

En este sentido, uno de los blancos más notorios de la administración Trump es el Complejo Militar-Industrial (MIC), señalado como el mayor responsable del despilfarro. En 2023, más del 70% del gasto del Departamento de Defensa fue destinado a contratos. El caso de los basureros de Boeing, por los que el Pentágono pagó más de 200,000 dólares, fue usado como ejemplo de corrupción estructural, situación que atrajo la atención pública sobre los contratos firmados en materia de defensa.
Trump, en este contexto, propone cerrar la “puerta giratoria” que permite a exfuncionarios del Pentágono ocupar altos cargos en empresas militares, y poner fin al círculo vicioso de favores entre el poder político y la industria armamentista.
Prioridades estratégicas, recortes y riesgos
Un ejercicio impulsado por el American Enterprise Institute (AEI) y el CSIS ilustró las posibles direcciones que podría tomar este rediseño presupuestario. Los expertos Mark Cancian y Melissa Dalton propusieron dos enfoques contrastantes: mientras Cancian abogó por mantener capacidades globales ante amenazas como Rusia, Irán y Corea del Norte, Dalton priorizó una inversión agresiva en modernización tecnológica y defensa del hogar, incluso a costa de reducir la estructura de fuerzas terrestres en Europa y Medio Oriente.

Ambos coincidieron, sin embargo, en que los recursos actuales no alcanzan. El redireccionamiento presupuestario dentro del “triángulo de hierro” (fuerza estructural, preparación operativa y modernización) implica decisiones difíciles y riesgos significativos. Las capacidades de disuasión en escenarios como Europa o la frontera con Corea del Norte podrían verse debilitadas, al tiempo que los avances en defensa espacial, submarina, y cibernética intentan contrarrestar el ascenso de China como potencia militar.
La estrategia de Trump plantea también interrogantes geopolíticos: la posible reducción de la presencia estadounidense en Europa, sumada a comentarios despectivos del vicepresidente J.D. Vance hacia los aliados europeos, podría erosionar la confianza y la cooperación internacional. A esto se suma la paradójica intención de mantener un compromiso firme con Israel y contener a Irán, lo que tensiona aún más la coherencia del nuevo enfoque.
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