La ofensiva rusa sobre Ucrania ha escalado dramáticamente en las últimas horas con una serie de ataques aéreos devastadores y una campaña cibernética coordinada que afectó a infraestructuras críticas dentro de su propio territorio. En paralelo, crecen las presiones internacionales, encabezadas por el presidente estadounidense Donald Trump, quien redujo drásticamente su plazo de alto al fuego para Moscú.
Ofensiva aérea con saldo letal
Durante la madrugada del 28 de julio, las Fuerzas Armadas de Rusia lanzaron una nueva ola de ataques aéreos sobre múltiples regiones ucranianas, dejando al menos 27 muertos y decenas de heridos. Entre los objetivos se encuentran una prisión en Zaporiyia —donde murieron 17 personas— y un hospital materno en Kamianske, donde fallecieron tres civiles, incluida una mujer embarazada de 23 años.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski calificó los bombardeos como “ataques conscientes y deliberados”, remarcando que 73 localidades fueron alcanzadas en una sola noche. Mientras tanto, la Fuerza Aérea de Ucrania informó la interceptación de 32 de los 37 drones tipo Shahed lanzados por Rusia, además de dos misiles balísticos.

Trump pierde la paciencia con Putin
En declaraciones desde Escocia, Donald Trump expresó su “profunda decepción” con su par ruso, Vladimir Putin, y anunció que acortará el plazo inicialmente fijado de 50 días para un cese de hostilidades. Ahora, Moscú dispone de apenas 10 a 12 días para frenar su ofensiva o enfrentará nuevas sanciones económicas y arancelarias. “Ya no estoy interesado en seguir hablando”, sentenció el mandatario estadounidense.
Desde el Kremlin, la respuesta no tardó en llegar. El portavoz Dmitry Peskov afirmó que “Rusia sigue comprometida con el proceso de paz”, pero reconoció una “ralentización” en las conversaciones con Washington. Más desafiante fue Dmitry Medvedev, expresidente y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, quien rechazó las condiciones de Trump y criticó a los senadores estadounidenses que instan a negociar.

Ciberataques en territorio ruso: un frente inesperado
Mientras los misiles caen sobre Ucrania, Rusia lidia con una nueva amenaza en su propio territorio: una oleada de ciberataques que paralizó parte de su infraestructura clave. El lunes, la cadena de farmacias Stolichki debió cerrar casi 900 sucursales en Moscú debido a un ciberataque que inhabilitó sus sistemas contables.
Este incidente se suma al hackeo masivo que afectó a Aeroflot, la aerolínea nacional rusa, forzando la cancelación de más de 100 vuelos. La autoría fue reivindicada por el grupo de hackers pro-ucraniano Silent Crow, junto al colectivo bielorruso Cyber Partisans. Según trascendidos, fueron destruidos cerca de 7.000 servidores y comprometidos más de 20 terabytes de datos sensibles, incluyendo información de empleados y pasajeros.
Desde Moscú, funcionarios del gobierno reconocieron que se trató de un ataque “alarmante” y ya se inició una investigación penal. La amenaza de que los hackers filtren datos privados ha encendido las alertas sobre la debilidad cibernética de Rusia en un contexto de guerra híbrida.

Apoyo externo a la maquinaria bélica rusa
El jefe de gabinete de Zelenski, Andriy Yermak, denunció que la estrategia rusa no podría sostenerse sin apoyo externo. Según afirmó, Corea del Norte y la República Islámica de Irán han brindado asistencia militar directa, mientras que varios países del Sur Global estarían colaborando con la evasión de sanciones. Un reciente informe de Naciones Unidas respalda estas acusaciones, confirmando el suministro de armas y hasta tropas norcoreanas.
Yermak alertó que la amenaza rusa ya trasciende a Ucrania y Europa, apuntando directamente a Estados Unidos: “El régimen de Putin no detendrá esta guerra por voluntad propia; solo se lo podrá frenar con fuerza”, declaró, instando a una respuesta más contundente por parte de la comunidad internacional.

Londres endurece su postura
En línea con Washington, el Reino Unido condenó enérgicamente los ataques rusos, que calificó como una campaña de “terror contra civiles”. A través de un comunicado de su embajada en Kyiv, el gobierno británico reafirmó su intención de aumentar la presión sobre Moscú y advirtió que “el Kremlin no tiene intención alguna de alcanzar la paz”.
La escalada militar, los ataques cibernéticos y las declaraciones desde Moscú revelan una intensificación de la estrategia rusa que combina coerción militar, desestabilización digital y narrativa diplomática ambigua. Mientras Trump endurece su postura y los aliados de Ucrania redoblan el respaldo político, Rusia responde con acciones de alto impacto y una retórica desafiante, cerrando momentáneamente la puerta a cualquier negociación efectiva.
Te puede interesar: Corea del Norte despliega hasta 30.000 tropas en Rusia y refuerza su alianza militar con Moscú












