El elegido por el presidente estadounidense, Donald Trump, para ser el Jefe de las Operaciones Navales, el almirante Daryl Caudle, afirmó recientemente que el Mar Rojo y la lucha contra los hutíes le han enseñado múltiples lecciones a Washington, principalmente sobre qué armas e interceptores son mejores para utilizar en este tipo de contextos. Para Caudle, la Casa Blanca se enfrentó a una “curva de aprendizaje” en el Mar Rojo a la hora de elegir qué capacidades son mejores para derribar amenazas enemigas específicas y mejorar la toma de decisiones del Sistema de Combate Aegis.

Cabe recordar que Aegis es el sistema integrado de defensa antiaérea de la Armada, que cuenta con un radar, un sistema de lanzamiento vertical de varios misiles y un sistema de gestión de combate, que utiliza sensores para identificar las amenazas. Actualmente está instalado en los destructores de la clase Arleigh Burke y en los cruceros de la clase Ticonderoga.
En declaraciones al Comité del Senado sobre Servicios Armados, Caudle confirmó durante su audiencia que los datos de los enfrentamientos del Mar Rojo condujeron a “la evolución de atacar realmente cada ataque con las municiones adecuadas”, incluyendo “el uso de más medios aire-aire, que son más baratos que un SM-6 o un SM-2, y el uso de la guerra electrónica para hacerlo cuando sea posible”. “La curva de aprendizaje ha sido grande allí”, subrayó.
Una región ajetreada para Occidente
Desde octubre de 2023, las fuerzas navales de Estados Unidos han estado librando intensos combates en el Mar Rojo contra los rebeldes hutíes de Yemen, alineados con Irán. En esta campaña, los buques de guerra han disparado miles de millones de dólares en armamento de última generación para interceptar misiles y drones dirigidos contra rutas comerciales y aliados regionales.

En este contexto, altos mandos navales y analistas estadounidenses advierten que el uso constante de misiles como los SM-6 —valorados en hasta 4 millones de dólares por unidad— plantea serias dudas sobre la sostenibilidad logística y financiera de operar en entornos de alta exigencia. El Pentágono busca alternativas más eficientes en términos de costo, como los misiles aire-aire, las capacidades de guerra electrónica o los cohetes de precisión láser.
En un contexto cada vez más volátil en el cruce estratégico del Mar Rojo, Washington necesita mayor precisión, eficacia y beneficios económicos para seguir combatiendo contra los rebeldes hutíes. Este tipo de análisis reflejan las preocupaciones constantes de los altos mandos militares, que consideran que Estados Unidos gasta millones de dólares en municiones para destruir drones hutíes baratos pero eficaces.
Municiones caras, amenazas baratas: un dilema estructural para la Armada estadounidense
Sin dudas, el escenario operativo en el Mar Rojo ha puesto a prueba la relación costo-beneficio de las capacidades navales de Estados Unidos. Cada dron derribado por misiles SM-6 representa una inversión de miles de millones de dólares frente a amenazas de bajo costo.

La situación genera una tensión estructural entre eficacia táctica y sostenibilidad estratégica, poniendo en jaque también los presupuestos defensivos y exigiendo una revisión profunda del modelo de respuesta ante conflictos de alta intensidad con actores irregulares. Las alternativas que evalúa el Pentágono —como los misiles aire-aire, capacidades de guerra electrónica, o municiones guiadas por láser— no sólo apuntan a bajar los costos, sino también a redefinir el concepto de superioridad en escenarios de guerra asimétrica.
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