La confrontación entre Tailandia y Camboya, desatada hace apenas 48 horas, amenaza con transformarse en un conflicto de mayor escala. Este viernes, el Ministerio de Relaciones Exteriores tailandés rechazó oficialmente los intentos de mediación de Estados Unidos, China, Malasia y otros actores regionales, reafirmando que la única vía aceptable para Bangkok es la resolución bilateral. Mientras tanto, los combates continúan por segundo día consecutivo, con intercambio de artillería pesada a lo largo de varios sectores de la frontera.
“Creemos que el mecanismo bilateral sigue siendo la mejor salida posible. Esta es una confrontación entre dos países, y Phnom Penh debe cesar las hostilidades antes de cualquier diálogo”, declaró Nikorndej Balankura, portavoz de la cancillería tailandesa, en una entrevista con Reuters. No obstante, aclaró que si la ASEAN —presidida actualmente por Malasia— desea facilitar un retorno a las negociaciones, “eso también será bienvenido”.
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16 muertos y miles de evacuados
La situación humanitaria empeora. Hasta el momento se contabilizan al menos 16 muertos, en su mayoría civiles tailandeses, y decenas de heridos. Más de 40.000 personas han sido evacuadas en ambos lados de la frontera. El epicentro del conflicto se mantiene en el área del Triángulo Esmeralda, donde convergen las fronteras de Tailandia, Camboya y Laos, una zona históricamente disputada y cargada de simbolismo nacionalista para ambas partes.

El gobierno camboyano, por su parte, elevó la denuncia al Consejo de Seguridad de la ONU, al que solicitó una reunión urgente para tratar lo que definió como una “agresión militar premeditada y no provocada” por parte de Tailandia. El Consejo acordó reunirse a puertas cerradas este viernes.
Acusaciones de uso de bombas de racimo
En una nueva escalada verbal y táctica, Camboya acusó hoy a Tailandia de utilizar bombas de racimo en su territorio, rememorando tácticas “brutales” similares a las empleadas por Bangkok durante los enfrentamientos de 2011. Aunque Tailandia reconoció en su momento el uso de este tipo de armamento, aún no ha respondido a las acusaciones actuales.
Las bombas de racimo están prohibidas en gran parte del mundo debido a su efecto indiscriminado sobre la población civil. Funcionan liberando múltiples submuniciones que pueden causar muertes durante el ataque y mucho tiempo después, si no detonan correctamente.
Una cronología de tensión sostenida
Los hechos actuales no surgieron de la nada. Las tensiones fronterizas se intensificaron desde febrero, cuando tropas camboyanas escoltaron a civiles al templo Prasat Ta Moan Thom y entonaron el himno nacional, provocando una queja formal del ejército tailandés. Desde entonces, hubo restricciones comerciales, bloqueos de infraestructura digital, y encuentros diplomáticos fallidos.
El conflicto alcanzó un nuevo pico en mayo, con la muerte de un soldado camboyano en un tiroteo. En julio, una mina hirió a tres soldados tailandeses —uno de ellos perdió una pierna—, hecho que llevó a Bangkok a expulsar al embajador camboyano y a Phnom Penh a responder retirando a todos sus diplomáticos de Tailandia.

En ese contexto, la advertencia del primer ministro interino tailandés, Phumtham Wechayachai, resulta alarmante: “El conflicto podría escalar hacia un estado de guerra”. El tono marca un giro respecto al jueves, cuando había calificado la situación como un simple “choque”.
¿Y ahora qué?
Pese a los llamados a la paz por parte de la comunidad internacional, incluida la ASEAN, la continuidad de los combates y la negativa a la mediación hacen difícil vislumbrar una desescalada inmediata. La confianza entre los gobiernos está rota, y las líneas de comunicación formales, cortadas.
La combinación de intereses nacionalistas, rivalidades históricas, presiones internas y retóricas incendiarias convierte al conflicto en uno de los más peligrosos del sudeste asiático en la última década. Aunque Bangkok asegura que “las puertas siguen abiertas”, los disparos de artillería sugieren lo contrario.
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