La reciente aprobación de una ley que debilita gravemente a los organismos anticorrupción de Ucrania continúa generando repercusiones políticas e institucionales, tanto a nivel interno como internacional. En ese marco, un medio británico —The Telegraph— publicó una columna de alto impacto que sostiene que el presidente Volodímir Zelenski debe renunciar, tras la firma de esta ley que pone en entredicho la independencia judicial en plena guerra. La presión crece mientras la ciudadanía protesta y los aliados de Ucrania expresan su preocupación por el rumbo democrático del país.
En la publicación del 24 de julio, el analista Owen Matthews argumenta que Zelenski ha dejado de ser una solución para la crisis ucraniana y se ha transformado en un obstáculo para una eventual salida negociada al conflicto con Rusia. El artículo critica la concentración de poder en el Ejecutivo y denuncia la destrucción de las instituciones creadas tras la Revolución de la Dignidad para combatir la corrupción estructural. Si bien se trata de una opinión, su repercusión evidencia el creciente debate global en torno al liderazgo ucraniano.
La ley que desató la crisis
El 22 de julio, la Rada Suprema aprobó por amplia mayoría una legislación que otorga al fiscal general amplias competencias para intervenir en las investigaciones de la Oficina Nacional Anticorrupción (NABU) y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAPO). La medida permite reubicar causas, emitir instrucciones obligatorias y hasta cerrar expedientes en curso. Zelenski firmó la norma ese mismo día, mientras miles de ciudadanos salían a las calles en Kyiv, Lviv, Odesa y otras ciudades, exigiendo el veto presidencial.

La ley fue interpretada como un golpe directo a la estructura institucional diseñada para investigar delitos de alto nivel y proteger la independencia judicial. Su aprobación exprés —en menos de 72 horas— incluyó también allanamientos simultáneos a oficinas de NABU y SAPO por parte de agencias de seguridad del Estado.
Reacción internacional y desgaste interno
El impacto de la medida llegó rápidamente a Bruselas. La comisaria europea de Ampliación, Marta Kos, expresó su “seria preocupación” y recordó que el respeto al Estado de Derecho es “un eje central de las negociaciones de adhesión a la Unión Europea”. En Estados Unidos, figuras del Partido Republicano utilizaron la ley para redoblar sus críticas al envío de ayuda militar a Ucrania.
Internamente, los niveles de descontento van en aumento. Encuestas recientes indican que más del 70% de los ucranianos considera que sus dirigentes se están beneficiando personalmente del conflicto. Además, un 43% de la población estaría dispuesto a aceptar la cesión de facto de territorios ocupados con tal de alcanzar un acuerdo de paz, según datos del Instituto Internacional de Sociología de Kyiv.
La continuidad del liderazgo, en debate
Zelenski permanece en el cargo bajo la vigencia de la ley marcial, pese a que su mandato oficial concluyó en mayo de 2024. Aunque legalmente habilitado por el contexto de guerra, su continuidad empieza a ser objeto de discusión, incluso entre sectores que antes lo respaldaban. La falta de diálogo político, la ausencia de elecciones y la escalada de medidas autoritarias están debilitando la legitimidad del gobierno.

La columna de The Telegraph se inscribe en una serie de voces que reclaman un nuevo liderazgo, capaz de recomponer el tejido institucional, garantizar transparencia y reorientar el vínculo con Occidente. Algunos legisladores opositores plantean la necesidad de formar un gobierno de unidad nacional, mientras sectores más críticos exigen directamente la convocatoria a elecciones, incluso en un contexto de conflicto activo.
Una crisis que trasciende lo legal
El intento de reconfigurar el sistema de control judicial en plena guerra no solo erosiona el respaldo externo, sino que pone en riesgo la narrativa que Ucrania construyó desde 2022 como bastión de la democracia frente al autoritarismo ruso. La credibilidad institucional y la confianza ciudadana son activos estratégicos en un escenario donde la política interna se entrelaza con el pulso geopolítico.
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