China y Rusia profundizan su colaboración militar encubierta en Ucrania. Según una investigación exclusiva de Reuters, Beijing estaría enviando motores de fabricación china a Rusia disfrazados como “unidades de refrigeración industrial” para evitar las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. Los componentes, fundamentales para la producción del dron de ataque ruso Garpiya-A1, son enviados a través de empresas intermediarias y utilizados por la empresa estatal IEMZ Kupol, sancionada desde 2022 por su rol en el complejo militar-industrial ruso.
De acuerdo con documentos aduaneros, facturas y correspondencia interna obtenidos por Reuters, los motores L550E fabricados por Xiamen Limbach Aviation Engine Co. están siendo suministrados ahora por una firma de fachada llamada Beijing Xichao International Technology and Trade. Estas piezas son clave para la producción masiva de los Garpiya, una aeronave no tripulada de largo alcance que Moscú emplea para atacar objetivos civiles y militares en el interior del territorio ucraniano.

Un esquema de evasión sancionatoria
Los motores son enviados desde Beijing a Moscú y luego transportados hasta Izhevsk, donde se encuentran las instalaciones de Kupol. En los documentos de transporte, las piezas son etiquetadas como sistemas de refrigeración para eludir controles aduaneros. La documentación también muestra la participación de aerolíneas comerciales chinas, como Sichuan Airlines y China Southern Airlines, en el traslado de los componentes.
Además de los motores, el GUR (servicio de inteligencia militar ucraniano) denunció recientemente que Rusia utiliza drones tácticos compuestos al 100% por piezas de origen chino. Entre ellas, se identificaron sistemas de navegación, controladores de vuelo, sensores y módulos de autopiloto fabricados por CUAV Technology, empresa que previamente había declarado restricciones de exportación hacia Rusia.
Producción acelerada y rearme ruso
La capacidad de producción rusa se ha visto revitalizada gracias a esta cooperación. Un documento interno de Kupol, citado por Reuters, muestra un contrato con el Ministerio de Defensa ruso para fabricar más de 6.000 unidades del Garpiya-A1 en 2025, triplicando la producción de 2024. Para abril de este año, ya se habían entregado más de 1.500 drones, con un ritmo de uso estimado en 500 por mes por parte de las Fuerzas Armadas rusas.

El Garpiya, de diseño inspirado en el Shahed iraní, representa un paso adelante en la autonomía de producción de Moscú. Pero como reveló recientemente Escenario Mundial, esta independencia tecnológica es solo aparente: detrás del ensamblaje ruso hay una red compleja de insumos extranjeros, mayoritariamente provenientes de China.
Negación oficial y tensiones diplomáticas
Consultado por Reuters, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China aseguró desconocer la existencia de estos envíos, reiterando su postura oficial de oponerse a sanciones unilaterales no avaladas por la ONU. Asimismo, sostuvo que Pekín ha implementado controles sobre productos de doble uso conforme a sus leyes internas y obligaciones internacionales.
Sin embargo, la presión crece. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, visitará China esta semana para reunirse con el presidente Xi Jinping, en medio de crecientes tensiones por el respaldo tácito de Beijing a Moscú. Días atrás, la jefa diplomática europea, Kaja Kallas, advirtió al canciller Wang Yi que el suministro de tecnología militar a Rusia representa una amenaza directa para la seguridad del continente.
Entre la neutralidad formal y el apoyo sistémico
Aunque China se ha declarado neutral respecto a la guerra en Ucrania, su estrategia parece orientada a sostener el esfuerzo bélico ruso a través de canales indirectos. Según analistas del International Institute for Strategic Studies (IISS), el objetivo de Pekín sería mantener ocupados a Estados Unidos y sus aliados en Europa, evitando un giro de foco hacia el Indo-Pacífico.
La ayuda china se enmarca en una lógica distinta a la de Corea del Norte, que aporta armamento pesado y municiones. En cambio, Beijing aporta conocimiento técnico, sistemas electrónicos, motores, IA y fibra óptica, lo que permite a Rusia mantener operativa su industria militar en tiempos de bloqueo económico.
En este contexto, la “neutralidad” de China aparece cada vez más comprometida. Las revelaciones sobre el uso de motores camuflados como heladeras industriales para evadir sanciones no hacen más que confirmar que la guerra en Ucrania también se juega en las redes logísticas globales, donde la tecnología se convierte en un arma silenciosa pero letal.
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Cualquier esfuerzo es poco para acabar con el nazi-fascismo de hoy en día.