Las ciudades de Kostiantynivka y Pokrovsk se han convertido en los próximos grandes objetivos del Ejército ruso para completar el control de la región de Donetsk, aunque Ucrania afirma que el uso de sus drones son “el gran temor” de los rusos. Tras la captura de Bajmut en 2023 y de Avdiivka en febrero de 2024, ambas ubicadas a menos de 40 km de distancia, la ofensiva parecía avanzar con determinación. Sin embargo, los progresos rusos han sido lentos y costosos.
En una reciente entrevista de The Economist, el coronel ucraniano Andriy Derevyanko, comandante de la 93ª Brigada, advirtió que los soldados rusos a menudo simulan avances para confundir a las defensas ucranianas. En Pokrovsk, los combates se intensifican, pero ninguna de las dos ciudades enfrenta una caída inminente.

No obstante, Derevyanko afirma que “ningún lugar de Kostiantynivka es seguro”. Principalmente, porque los drones rusos tienen capacidad de vigilancia casi total, y la población civil se ha reducido drásticamente, quedando apenas entre un 10% y un 20% de los 67.000 habitantes que vivían allí antes de la invasión.
Según sus comentarios, la táctica rusa se basa en enviar pequeños grupos de soldados mal equipados a misiones de alto riesgo. Si logran avanzar, otros los siguen. El coronel señala que el costo humano es cada vez más alto: “Si hace un año podíamos matar a 50 rusos, ahora es cinco veces más”. Pero también afirmó que, mientras Ucrania mantiene el control terrestre en torno a Kostiantynivka, Moscú domina el 90% del cielo.
Ataques ucranianos en Moscú y filtraciones
La guerra ha entrado en una fase crítica. El 17 de julio, Ucrania lanzó una ofensiva masiva con drones sobre territorio ruso, alcanzando Moscú, San Petersburgo y otras regiones del oeste. Aunque las defensas aéreas rusas interceptaron varios aparatos, se reportaron heridos en Smolensk, Kaluga y Vorónezh, y al menos un civil muerto en Belgorod.

En paralelo, documentos filtrados por el proyecto ucraniano “I Want to Live” revelan pérdidas devastadoras en la 41.ª Armada Combinada rusa. Al 1.º de junio, se registraban más de 8.600 muertos, 10.400 desaparecidos y 7.800 desertores. La 74.ª Brigada de Kémerovo, por ejemplo, habría perdido más efectivos de los que tenía originalmente. Estas cifras exponen no solo el desgaste militar, sino también la fragilidad estructural del modelo de reclutamiento ruso, basado en incentivos económicos y convictos movilizados como carne de cañón.
¿Los drones redefinen la guerra moderna?
El uso masivo de drones por parte de Ucrania está transformando la visión occidental sobre los conflictos armados. Frente a la superioridad industrial rusa, Kiev ha apostado por una industria de defensa flexible, tecnológica y de rápida adaptación. Empresas emergentes como TenCore, que pasó de cinco empleados en 2024 a más de 175 en 2025, ilustran esta revolución operativa.

La clave está en la retroalimentación directa entre soldados y desarrolladores, lo que permite ajustar y desplegar nuevas tecnologías en semanas. Analistas como Bryan Clark y Emily Harding destacan que este modelo ya está siendo replicado por la industria militar estadounidense. Además, Ucrania ha logrado sustituir parcialmente la artillería tradicional por enjambres de drones, integrando inteligencia artificial y sistemas autónomos en sus operaciones ofensivas.
Este paradigma no sólo redefine la arquitectura de seguridad europea, sino que posiciona a Ucrania como laboratorio viviente de la guerra del siglo XXI. Occidente observa y aprende, mientras Kiev deja de ser un receptor de ayuda para convertirse en actor estratégico.
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